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Don Memo: El brujo de la Bienestar Social, mejor que los de Catemaco Destacado

·        Da sus predicciones para 2018 y dice que ha hecho trabajos a algunos políticos

 

Regordete,  vientre generoso cubierto con una camiseta derruida por donde pasa su mano derecha acariciándolo con ligeros movimientos circulatorios; pantalón de mezclilla cortado hasta las rodillas notablemente sucio y sandalias de pie de gallo, Don Memo es un brujo de 58 años de edad que sana todo, pero especialmente los problemas de Cupido.

Su consultorio está ubicado en el corazón de la colonia Bienestar Social. Vive allí desde hace 30 años. Tiene una clientela selecta. No es fácil llegar a  él. No cualquiera puede recibir sus predicciones porque, dice con arrogancia manifiesta, no es un brujo cualquiera “y hasta los brujos de Catemaco me hacen los mandados”.

Para poder entrar al recinto uno debe ser recomendado por alguien que le conozca a él. Si se llega sólo hay dos alternativas: o recibe un portazo en las narices o entra si uno le cae muy bien.

Es una pequeña casa consumida por el paso del tiempo. Al lado hay una enorme residencia que contrasta con la humildad de esa vivienda en donde Don Memo puede dar desde una limpia con albahaca y loción verde hasta ofrecer los rituales más demoníacos con el sacrificio de perros, en punto de las doce de la noche. También receta paracetamol o aspirinas.

Hay un estrecho pasillo que sirve de sala de espera; allí colocó una banca de madera rústica,  agreste, de unos tres metros de largo. En ella se sientan los clientes que van en busca de Don Memo para una simple lectura de las cartas, para recibir una rameada o bien para pedir un favor especial.

La salita de espera y el consultorio de Don Memo son divididos por una corta rejita de madera que al mismo tiempo impide que salgan los perros del corredor principal de la casa en donde también se observa un gallinero. Allí, en ese corredor conviven los perros, un ganso, cuatro patos, varias gallinas, un gallo, guajolotitos y hasta un loro.

La casa tiene cubierta de tejas y hay tres cuartos de bajareque: uno ocupa el propio Don Memo, otro su madre, una nonagenaria de cabello blanco que le cae por la espalda y que se apoya en un bastón de palo para caminar; el otro los sobrinos que le sirven de criados, todos nativos de los Altos de Chiapas.

Don Memo tiene al menos 45 perros; a algunos de ellos ha bautizado con nombres sui generis: uno se llama Gadafi; otro Fox, otro Clinton y uno más Bush. Son perros dóciles que él ha recogido de las calles o bien los ha aceptado de regalo. Él anda con una varita de madera como de un metro de largo y con ella mantiene quietos a los canes, la mayoría visiblemente sarnosos alimentados extrañamente con repollo.

EL RECINTO

El recinto de Don Memo probablemente no se distingue de los demás: de allí emana un fuerte olor a loción verde. Él lee las cartas en un pequeño buró.  Su silla es de madera y va pegada a la pared. Sobre su cabeza despunta un Cristo de madera casi copado por las telarañas.  Al fondo está un altar en donde figuran decenas de veladoras encendidas y bajo ellas papelitos con nombres de las personas a las que se les está haciendo un trabajo. Predominan las veladoras en color rojo de la Santa Muerte.

Hay muchos floreros repletos de claveles rojos  cuyo aroma se conjuga con el de la loción verde. Sobresale una imagen de la Virgen de Guadalupe enmarcada en cristal, una del Arcángel Gabriel blandiendo su espada sobre un demonio y otra de San Martín Caballero.

Don Memo no se priva porque no es espiritista. Es un brujo que lee las cartas y que aprendió el oficio cuando tenía once años de edad. Su nagual es precisamente un perro y allí, en los rumbos de la Bienestar Social, es temido porque la gente conoce su poder para hacer trabajos, buenos o malos.

-Aquí han venido políticos. (Se rehúsa a dar nombres).  A uno de ellos lo ayudé para que fuera diputado; estuvo aquí en el Congreso y luego fue diputado federal en México, dice Don Memo, quien tiene un rostro moreno ovalado, dientes picados y sus ojos pequeños color café los cubre con unas gafas blancas. Su  cabello ya pinta gris por esa mezcla de blanco y negro que es el reflejo de los años.

Él no cobra por los trabajos que hace, sólo cobra la consulta en 30 pesos. Y lo que los clientes le quieran dar. “No fallo”, dice sin titubeos al reportero que entró al aposento precisamente con la recomendación de un conocido.

Don Memo parece que tiene razón, pues minutos antes una mujer de unos 30 años que esperaba turno afuera, había dicho de él: “Es efectivo; me resolvió mi problema en 30 días. El cabrón que me dejó  regresó con la cola entre las piernas”.

El chamán es de Copainalá. Admite que conflictos del corazón son los que más arregla. “Aquí han entrado muchachas al borde del suicidio porque el novio o el marido las ha dejado. Eso es fácil. Sólo pido que me den 20 días y el asunto está resuelto”.

No solicita nada porque él tiene todo el material para cumplir los caprichos: posee veladoras aromáticas, lociones del chupamirto, sirios de cera bañados en miel e incienso y los polvos más místicos, entre ellos polvo de iglesia,  polvo dominador, el polvo amansa guapo. O bien el polvo arrodíllate a mis pies y pídeme una disculpa.

 (Un muchacho, chalán suyo, va a una iglesia cercana y antes de que sea barrida recoge los polvitos que dejan los zapatos de los parroquianos que un día anterior acudieron a ella).

Sostiene que los rituales por lo regular los hace a las doce en punto de la noche. “A esa hora el espíritu de la persona a la que se va a atraer está sosegado. Se le llama con el poder de la mente repitiendo su nombre y durante nueve días se le hacen oraciones a la misma hora. Es muy importante que la persona que solicita el trabajo no llore, pues las lágrimas alejan al ser amado. Y debe traer una fotografía o una prenda íntima sucia de quien vamos a dominar”.

Ha hecho ceremonias fuertes, pero recuerda una para ayudar a una dama abandonada por el pretendiente que se marchó a los Estados Unidos. Lo explica: “Resultó difícil porque el hombre no estaba cerca. Tuvimos que sacrificar un perro; le extrajimos la sangre con una jeringa; la quemamos sobre la foto del individuo que a su vez amarramos a un diablo de barro. Le rezamos incansablemente. Como a los dos meses la pequeña me vino a avisar que al novio lo había agarrado la migra y que ya venía a Tuxtla”. La candorosa, sensual y bien proporcionada  doncella saltaba de alegría.

Dice: No soy muy dado a trabajar la magia negra, pero puedo hacerla con facilidad. Lo he hecho sólo cuando ha sido necesario, como cuando ayudé a aquél político para que fuera diputado”.

-¿Y que recibió a cambio de ese político?

-Me dio 400 pesos. Ya no lo volví a ver. Ahora de él sólo sé lo que dan las noticias.

PREDICCIONES

Ya emocionado quiero entrar en materia. Pido a Don Memo que me tire las cartas. Las revuelvo. Él las acomoda. Las coloca todas boca abajo sobre el mueble de madera cubierto con un cristal. Sobre ellas doy tres golpes diciendo: por mí, por mi casa y por lo que quiero saber. Don Memo empieza. Las teje en cuatro filas de manera rectangular. Me mira directo a los ojos y me dice “pregunta”.

Hago las preguntas. Con el índice de la mano derecha él recorre las cartas golpeándolas suavemente una por día; es decir da siete golpecitos que son los días de la semana.

-En el amor te va a ir bien, me dice. En el dinero también. Vendrán nuevas propuestas de trabajo. Eres una persona fiel con tu pareja y con la amistad. Eres súper inteligente. Y guapo.

-¿Cómo va el senador Roberto Albores?, quiero saber.

Tres veces su índice cae sobre el as de oros. Eso significa, me dice, que tiene un futuro lleno de felicidad y triunfos. Creo será el próximo gobernador en 2018…

-¿Y qué me puede decir del rector Carlos Eugenio Ruiz Hernández?

Se revuelven otra vez los 40 naipes. Se hace el mismo rito de hace unos momentos. El índice de la mano gordita de Don Memo picotea en el dos de bastos. Él lo resume:

 

-Hay mucha amargura. Tiene un futuro incierto. Por su arrogancia los chiapanecos no lo pueden ver. Es un hombre soberbio y malo.

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