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Catascopio

Internet, hot dogs y jochos

· Suplimos de pronto el adiós por el bye. La comida casera, preparada con el sabor de la abuela, dejó de ser un hábito parte de nuestra tradición para degustar los platillos extranjeros como la comida china, la cantonesa, la argentina o la alemana.

 

 

Rafael Díaz Martínez/Primera Edición. -

Tuxtla Gutiérrez. - Hablar de la globalización es adentrarse ciertamente en un tema complejo que, asimismo, va concatenado a la vida cotidiana de nuestra sociedad, una sociedad cambiante en la que la tecnología marca la pauta, sobre todo en lo relacionado al internet, aunque éste aparece en los años cincuenta en los Estados Unidos como un método de inteligencia militar.

La globalización no es un mero esnobismo. Si bien sobre ella se dan las más variadas definiciones, desde las más abstractas hasta las más pragmáticas, se trata de un fenómeno que refleja la evolución del mundo, la transformación de los pueblos incluso de aquéllos que son todavía abatidos por la pobreza y el hambre, como se observa particularmente en África y en América Latina.

La globalización supone, en su tesis más estricta, una transformación integral que debe combatir precisamente flagelos como la miseria. La miseria y las hambrunas son, lamentablemente, jinetes apocalípticos que contrastan con los buenos propósitos que definen la globalización.

Para muchos un monstruo de mil cabezas que lejos de ayudar en la recuperación social de las comunidades, principalmente de las nativas y tribales, el Fondo Monetario Internacional plantea que la globalización es una interdependencia económica creciente a través del cual se unifican mercados, sociedades y culturas.

Es esa una definición atractiva que, sin embargo, en la realidad es totalmente distinta. Y si sostenemos esta idea es porque, como señalamos en un principio, la pobreza sigue siendo un cáncer de nuestro tiempo que lastima a millones de seres humanos y que choca dramáticamente con la equidad, con esa igualdad tan trillada en los discursos políticos.

Se ha dado una competencia en los mercados mundiales, es cierto. ¿Pero cómo viven las familias? ¿Por qué la economía popular sigue siendo tan raquítica? ¿Quiénes son los beneficiados en el

proceso globalizador que orienta a las naciones del mundo en una etapa complicada por las guerras frías y las luchas armadas, por las rebeliones que exigen democracia y más libertades?

CHIAPAS

Decíamos que la globalización es un asunto del cual no se excluye ningún pueblo del mundo. Chiapas, entonces, no es la excepción porque la globalización se observa no únicamente en los estilos de moda de la juventud, sino también en la economía a pesar de que seguimos siendo una entidad sumida en el surrealismo, en los contrastes, en las paradojas históricas, en los conflictos inter étnicos producto del choque de dos culturas, en los problemas religiosos y en la ignorancia.

La globalización en Chiapas se manifiesta en un incipiente desarrollo, todavía en pañales. El mayor beneficio que probablemente ha traído consigo es un tímido crecimiento en las exportaciones (como el mango ataulfo que se cosecha en el Soconusco y ya se vende a los comercios de Estados Unidos y Europa) y en la cooperación internacional que, se dijo, ofreció la Organización de las Naciones Unidas para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, un proyecto que, en el gobierno sabinista, se cacareó hasta el cansancio, pero cuyos resultados siguen sin verse.

La globalización nos llegó con mucho ruido, es verdad. En Chiapas la progresión se puede afirmar sin temor a equivocarnos que únicamente se aprecia en las ciudades más importantes como Tuxtla Gutiérrez, por ser la capital, y Tapachula, la región más rica en términos productivos del Soconusco y de todo Chiapas.

Pero Chiapas tiene 122 municipios, 21 de ellos considerados en pobreza extrema y en la mira de la ONU.

La creación de hoteles y el timorato avance del turismo son aspectos que se enmarcan dentro de la globalización porque son factores de progreso. Pero se trata de un progreso selectivo porque, a pesar de los enormes esfuerzos gubernamentales, la mayoría de las comunidades sigue secuestrada por el atraso y por esa irracional diversidad de dogmas cuando, en teoría, la autonomía de creencias debe ser una práctica cotidiana de nuestro tiempo.

Los beneficios de la globalización están pues perfectamente identificados. Más allá del modernismo que con gran glamur se derrocha en el vestido de los jóvenes, incluso en los modismos de nuestro lenguaje, la globalización ha arrojado un aumento (francamente ínfimo) en la competencia de nuestro mercado local y en las inversiones de los hombres de negocios que diez años atrás no se veían.

La instalación de maquiladoras, la apertura de emporios hoteleros, el turismo que llega a través de Puerto Chiapas, aunque sea sólo de paso, son entre otros detonantes de la globalización.

¿CÓMO AFECTA LA GLOBALIZACIÓN?

Hoy le denominamos globalización, pero las grandes corrientes de cambio se han dado a lo largo de la humanidad, en toda la marcha del hombre.

Antes, miles de años atrás, se usaban las pinturas rupestres y las técnicas menos ortodoxas para que el hombre pudiera comunicarse, para mantenerse al tanto entre sí. Hoy es el internet, las

redes sociales (ese río de aguas negras) y la telefonía celular los que guían los pasos en todas las sociedades, inclusive en las que llamábamos rehenes de las hambrunas.

Vimos los beneficios de la globalización en Chiapas en un resumen probablemente frívolo. ¿En qué ha perjudicado la globalización a nuestra sociedad?

Si bien se ha impuesto a la Guerra Fría contemporánea, la globalización no es una tabla de salvación ni la panacea que creemos.

En Chiapas, por ejemplo, la globalización trajo consigo giros y permutas sociales que han distorsionado el correcto uso de nuestro idioma con la adquisición de locuciones no propias.

Suplimos de pronto el adiós por el bye. La comida casera, preparada con el sabor de la abuela, dejó de ser un hábito parte de nuestra tradición para degustar los platillos extranjeros como la comida china, la cantonesa, la argentina o la alemana.

¿Y qué decir del hot dog? Los muchachos cuando van por un perro caliente (esa comida chatarra que nos impuso Estados Unidos) dicen “vamos por los jochos”, en una expresión descabellada que es una manifestación nítida, inobjetable, de la globalización.

Los trajes regionales que con tanto orgullo distinguían nuestras raíces autóctonas pareciera que sólo forman parte de los anecdotarios y no de una identidad cultural. La boga que emerge de la globalización también echa raíces en los pueblos aborígenes, aunque éstos siguen atrapados en el rezago y en el analfabetismo.

La globalización ha perneado en Europa (sobre todo la Occidental), en los Estados Unidos, en China y en Japón, los grandes patrones del mundo. Pero las pequeñas entidades como la nuestra permanecen enganchadas al retraso en una dolorosa cotidianidad que se estrella abruptamente con los vientos de modernidad que se observa en otras latitudes de la tierra.

¿Es democrática la globalización? Sólo en suposición, pues no podemos hablar de una democracia completa cuando existen enormes asimetrías, carencias sociales e iniquidades entre clases que afectan especialmente a los grupos más vulnerables, como los niños.

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