De los editores
- Publicado en Locales
López Salazar y Moisés Grajales
El cachetes era un peligroso delincuente de 25 años de edad que operaba en la frailesca. Y ya no lo es porque hoy está en la cárcel. Poco le duró su carrera delictiva gracias a la eficacia de la policía.
Una pareja de bandidos (padre e hijo) que robaban carros en Comitán también fueron apresados. En semanas recientes la policía evitó, en Puerto Madero, el secuestro de un niño.
¿Por qué le comentamos esto? Si bien la delincuencia es un fenómeno en la era de la globalización que cabalga en el orbe, en Chiapas los tres órdenes de gobierno han mostrado agudeza y coordinación que nos coloca como el estado y la capital más seguros del país.
Allí en donde asome las napias un facineroso, allí habrá un policía listo, preparado para combatirlo, para mandarlo a las rejas.
La delincuencia y la impunidad se combaten de sol a sol con apego a la ley y la ciencia policial en la prevención y persecución del delito, respetando los derechos humanos de las personas.
La sociedad cuenta en día con policías preparadas científica y empíricamente para darnos seguridad. Son policías que gozan de honorabilidad y prestigio. Son profesionales de lo que hacen. Y les gusta hacerlo. Son policías adiestradas en los más altos niveles de la erudición que respetan a los ciudadanos, que conocen las leyes y las hacen valer.
Dos hombres, chiapanecos de una sola pieza, son clave en esta tarea cardinal: el fiscal Raciel López Salazar y el director de la policía de Tuxtla Gutiérrez, el doctor Moisés Grajales Monterrosa. Los dos talentosos y con una vocación arraigada en su tarea de servir al prójimo.
En tiempos no muy lejanos hablar de la inseguridad en Chiapas era adentrarse en un tema enmarañado, casi como tocar las negras y fantásticas historias de Agatha Christie, la madame del terror autora de La Ratonera, Hércules Poirot, Miss Marple y muchas obras más que mantuvieron en suspenso y al filo del pánico a sus miles de lectores.
La corrección en los cuerpos policíacos no ha sido tarea sencilla. Y no lo es porque no se puede con varita mágica subsanar tanta podredumbre heredada de gobiernos indolentes que nunca entendieron que la seguridad debe ser una prioridad irrenunciable.
En el pretérito, en Chiapas vivimos épocas de pesadilla cuando la función de la policía, que debe ser auxiliar del Ministerio Público en la persecución y prevención del delito, confundió sus obligaciones hasta convertirse en un causante de miedo y de terror volviendo a los ciudadanos rehenes de abusos.
No es utópico sostener que sí se puede corregir la consunción en las policías. Y Chiapas es un ejemplo de ello.
La evaluación rutinaria pero no burocrática en todos los mandos policiales, la esterilización integral que se disemina a los 122 ayuntamientos del estado y las inversiones sin trucos ni lamentos que se han hecho para equipar a todo el sistema de seguridad estatal, de procuración de justicia y readaptación social, ha permitido enfrentar con éxito y eficacia no sólo a la delincuencia común sino también al crimen organizado.
La ponderación del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) porque Chiapas es el estado con menor incidencia delictiva en el país confirma los esfuerzos en materia de seguridad y de justicia, lo que ha valido que la nuestra sea la entidad más segura del país.