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Mario Tassías

Mario Tassías

Los jóvenes de frente a 2018

Afirman los expertos y las estadísticas lo comprueban: los jóvenes de zonas rurales no 
establecen vínculos con los partidos políticos. Sus razones van desde el rechazo “porque no cumplen lo que prometen” o porque ellos “no saben de política”. Así que “la construcción de la ciudadanía de los jóvenes rurales está muy lejos de transitar por los partidos políticos”.

Además “si la juventud urbana ha sido incorporada a la política como “clientela” y no como sujeto participativo, la juventud rural e indígena ha sido incorporada desde la exclusión”.

Quienes participan de cuestiones políticas, se expresan de formas diversas, una de ellas es la música en sus distintas manifestaciones. Estos jóvenes informalmente organizados en colectivos, clubes, grupos, barras y asociaciones, están “haciendo cosas” en sus comunidades, en sus barrios y colonias, dice la especialista Rossana Reguillo Cruz. 

Para los jóvenes de zonas rurales, lo político pasa por el arte, la cultura y las formas emergentes de organización social en el barrio, en la colonia, la atracción, no es el poder por el poder, ni el control desde la sociedad desde un “puesto político”. 

Existen hasta ahora pocas iniciativas en materia de educación cívica y juventudes, quien menos hace es el Instituto Mexicano de la Juventud, que es quien debería tener como prioridad el tema de la juventud. El Instituto Nacional Electoral, ha empezado a sumar esfuerzos, pero es precario ante la inmensidad del reto. 

Hasta hoy, poco han hecho por la construcción de ciudadanía como en el tema de fomento al voto joven, y lo más grave, que no existe hasta la fecha un estudio o investigación en materia de participación ciudadana juvenil en México, que se centre en temas como el voto joven o la asociación juvenil.

Hay que entender que el ejercicio de la democracia abarca todos los terrenos donde se mueve la sociedad y principalmente los jóvenes que son los que menos votan. Son los que reconstruyen ciudadanía en actividades deportivas, culturales, artísticas o simplemente ocupan su tiempo en actividades laborales cuando no están desocupados por falta de trabajo. 

El abstencionismo electoral es una muestra de rechazo a los poderes establecidos. Una de muchas otras formas para deslegitimar el trabajo que las instituciones electorales y los partidos políticos dicen realizar. Contrario a lo que suman las estadísticas y a pesar de la desilusión, los jóvenes si están interesados en el acontecer político de su entorno. Nada más que esa participación, se inscribe en otros escenarios, alejados de la institucionalidad y se manifiesta de manera pública con las marchas de protesta, por ejemplo. 

Los jóvenes no aceptan participar en la política institucional porque se integran en actividades que les permiten consolidar sus redes sociales no necesariamente electrónicas, o vincularse con organizaciones de carácter estudiantil, de alguna organización religiosa, de beneficencia y aún las relacionadas con responsabilidades de paternidad o maternidad temprana.

Los partidos políticos y la clase política tiene en la pobreza y la falta de educación, uno de los más grandes filones del botín político al que manipulan en cada proceso electoral para mediante programas sociales y política paternalista al campesino y al indígena, a quienes, se vuelve la mirada para mantenerlos cautivos, mediante promesas. 

Este mismo instrumento de control social y político se aplica en las zonas donde las necesidades de servicios municipales escasean o definitivamente están totalmente ausentes. 

 

De frente al 2018, el camino de la elección es una vía muy amplia que tendría que recorrerse con cuidado y con la idea de que ese 35% y más de jóvenes electores inscritos en el Padrón electoral, se decidan a darle un gobierno renovado a este país.

Punto de Vista: El desencanto de los jóvenes

En el ensayo de Rosa María Camarena Córdova, El trabajo de los jóvenes mexicanos hoy, 
incluido en el libro Los jóvenes de hoy: presente y futuro (2013), se concluye que hay que recordar que para los jóvenes, los que tienen entre 18 y 30 años, el trabajo es mucho más que una forma de ganarse un sustento y de acceder a bienes y servicios.

Es de la misma manera, una vía de incorporación a la vida social; de posicionamiento y reconocimiento como miembro activo de la sociedad; de construcción y consolidación de una identidad propia; de demostración y desarrollo de sus potencialidades y capacidades de adquisición de independencia y autonomía; e incluso, de orientación y concreción de un proyecto de vida.

Sin embargo, puede decirse que en México y Latinoamérica es todavía precaria la visibilización y participación de los jóvenes en la formulación de políticas públicas sobre salud, sexualidad y derechos, además la tecnología digital resulta un espacio mucho más atractivo, plural y diverso que los medios de comunicación tradicionales.

Fernando Aguilar y Roberto García (2011), argumentan sobre el desencanto de los jóvenes en la política, del ejercicio del voto a las formas de organización, de la democracia y de otras formas de participación aún con las instituciones electorales. Recuerde que los jóvenes son los que menos votan.

Cuando se habla de participación en la vida pública, hay quienes consideran que la única forma válida de hacerlo es a través del voto en las elecciones con lo cual contraponen democracia participativa con democracia representativa, así lo apunta (Canto Chac, 2012), este autor analiza lo crucial que resulta la participación ciudadana para el desarrollo y asentamiento de las políticas públicas.

En México, la discusión y los análisis sobre participación ciudadana han caminado con retraso respecto de América Latina: situación que pretende ser explicada, entre otros factores, por la persistencia del “antiguo régimen”, particularmente en la intención de controlar toda manifestación surgida de la sociedad, concluye el autor.

En su Informe de la encuesta “La cultura política de los jóvenes en México” Para el Instituto Federal Electoral (Gómez Tagle, Tejera Gaona, & Aguilar López, 2013), se destaca que la cultura política de los jóvenes está desfasada, por una parte, desconfían de los políticos y rechazan la intermediación como forma de solucionar los problemas, al mismo tiempo manifiestan predilecciones claras hacia los diversos candidatos, aun cuando no se preocupan por profundizar en las propuestas de cada uno de ellos.

Lo que se desprende en términos generales de la encuesta es que las redes familiares y sociales (no relacionadas con las TIC) juegan un importante papel en cómo se construye la percepción sobre los partidos, las instituciones electorales y el gobierno. El deterioro del entorno y la carencia de empleo se encuentran entre las preocupaciones más importantes, pero no asocian la solución de estos temas con la participación electoral, enfatiza el informe.

Muchas cosas en la actualidad son peores que hace una década y si vemos en retroceso y avizoramos el futuro, las cosas van de mal en peor. “La realidad es que hay mayor desarticulación social, hay mayor control de los medios de comunicación y hay una cancelación absoluta de la oposición. Ese es el problema central” (Ackerman, 2015).

 

Frente a este panorama, el trabajo para el joven, es algo más que la comida y la posibilidad de acceder a bienes y servicios; incorporarse a la vida social; posicionarse como miembro activo de una sociedad, construir una identidad propia y la posibilidad de desarrollar sus potencialidades y adquisición de independencia y autonomía. Un proyecto de vida, cuando algún día dejen a los jóvenes inventar su propia juventud.

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