¿Y la autonomía chiapaneca? Destacado
- Escrito por Angel Mario Ksheratto
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Flaca la caballada, débiles los relinchos; resulta imposible abordar el tema sin retroceder en el tiempo y darnos cuenta que la simulación y la imposición, siguen siendo elementos persistentes, tanto en el discurso como en la actitud. Tampoco podemos pasar desapercibido el hecho que, como sociedad, se siguen los mismos patrones que han fortalecido al paternalismo brutal que elimina toda posibilidad de subsistencia autónoma, en un país de grandes y perturbadores contrastes.
No debería costarnos entender la simpleza discursiva de no ser porque ésta choca con principios éticos y valores morales, decaídos como consecuencia del permanente engaño al que la población ha sido sometida por una clase política indiferente, abusiva y corrupta.
Ello nos lleva a revisar la estatura de quienes pretenden dirigir a México.
Y al preguntarnos si existen liderazgos reales, congruentes, carismáticos, de acuerdo a la idea generalizada en el sentido que quienes deban hacerse cargo de la cosa política, gocen de atributos afines a un pueblo desperdigado y sin un rumbo claro, pero con intensos apetitos de superar su crisis.
Ser líder, de acuerdo a los cánones socialmente aceptables, es no solo tener carisma, sino vocación permanente y deseo expreso de conducir a sus seguidores a un lugar seguro, a una cima de éxito.
Un líder nato, desarrolla —según los expertos— una personalidad fiel a sí mismo, a sus principios y creencias, para construir desde ahí, su propia estatura moral.
Lo contrario es aprovechar los recursos públicos a su alcance para robustecer, no un ideal, sino una ambición personal que habrá de alcanzar mediante el atropello de los demás.
El día que un político llene plazas sin necesidad de ofrecer playeras, gorritos, tortas, refrescos y transporte gratis, habremos encontrado a un líder auténtico.
Lo que hasta ahora hemos visto ha sido más de la misma simulación que vivimos desde que el PRI monopolizó la política y el poder para los todopoderosos dirigentes de su estructura.
Millones se han declarado “cansados” de las viejas prácticas priístas… Esos mismos millones, para vergüenza nuestra, son los que corren a abrazar “pactos” cuyo espíritu, son algo así como secretos de Estado, precisamente porque, llegado el momento, deben ser desechados y considerados estratagemas provechosas.
Debemos, antes que nada, ser analíticos, pensantes, propositivos, concomitantes y contestatarios; el paternalismo obsesivo e imprudente con que se trata de ganar adeptos, es grosero, ofensivo. ¿Acaso no saben que el paternalismo limita la capacidad libertaria? La libertad individual de quienes reciben una dádiva a cambio de asistir a un mitin, se ve seriamente afectada.
Y más, cuando además del soborno, se ponen en práctica otros métodos como la coerción, la extorsión y la amenaza, felonías políticas que hicieron fuerte al otrora partido único de México. No hay forma de descargar de culpas ni a organizadores ni al invitado, puesto que ambos conocen bien los artificios utilizados para acarrear “concurrentes”. Eso los descalifica como líderes honrados.
Peor aún: la asistencia de personajes ligados con el abuso, los excesos, la corrupción y otras cuestiones reprobables del pasado, descalifican cualquier buena intención o mejor intento para convencer. Son fórmulas perfectas para anular la creencia en un liderazgo sólido, sincero y capaz de terminar con los males del país.
Si lo vemos con objetividad, la democracia y pluralidad; la alternancia en sí, están en serio riesgo, al menos en Chiapas. Debemos revisar nuestra autonomía y convencernos que aquí, deben decidir los ciudadanos y no una persona. Chiapas es de los chiapanecos. No de un hombre. No de un partido político.
Si queremos conservar nuestros valores, nuestra independencia, nuestra capacidad de determinación, debemos atender solidariamente a todos, pero a la vez, estamos obligados a analizar cuidadosamente los discursos y posturas de quienes pretenden gobernarnos.
Hemos sido ejemplo en otras cosas, seámoslo en éstas cuestiones. Tenemos el deseo y la capacidad. No la ofertemos a la primera carta demagógica o intención oculta y menos, “pactos” invisibles. Estamos a tiempo de rechazar, por convicción de ciudadanos, cualquier “dedazo”, cualquier imposición que rompa con nuestro futuro.
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