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Artículo Único Por: Ángel Mario Ksheratto

El alegato por la unificación de diversas fuerzas políticas para las elecciones de julio del 2018, además de ocioso, es insustancial. Pueril, para decirlo de otra forma. La argumentación de la izquierda y la derecha que buscan asociarse es terriblemente bofa: “sacar al PRI de Los Pinos”.

La contraparte interna de la descarnada izquierda —que representa al fanatismo extremo— cree que el propósito de fondo es cerrar el paso a quien encabeza la corriente populista, tendencia a la que se aferran Trump, en Estados Unidos y Maduro, en Venezuela.

En la derecha las cosas no pintan mejor; el encono interno ha llevado al PAN a confrontaciones nunca vistas, de tal forma que no se avizoran declinaciones para por lo menos, garantizar la unidad al interior del partido que tuvo 12 años para cambiar al país y fracasó. De ello dan cuenta los resultados electorales del Estado de México donde cayó hasta el cuarto lugar.

En un contexto de ambiciones muy personales, confrontaciones grupales, acusaciones al vapor y otras cuestiones que develan el bajo nivel político de los actores a la vista, podemos preguntarnos quién podría ser el candidato de una alianza entre el PRD y el PAN. ¿Margarita Zavala de Calderón? ¿Miguel Ángel Mancera? ¿Rafael Moreno Valle? ¿Silvano Aureoles? ¿Ricardo Anaya Cortés? ¿Graco Ramírez?

A nivel de militancias, es dudoso que un panista vote por un perredista, o al revés. Las bases, adoctrinadas o no, suelen ser más leales a la ideología de su partido y son los que, por lo regular, diferencian su voto, lo que podría derivar en votos duros para el PRI y MORENA, los objetivos a vencer… Aparentemente.

Por otro lado, de lograr la conformación del llamado “Frente Amplio Opositor”, habrán de construir una plataforma política conjunta que incluya temas controversiales como, por ejemplo, el matrimonio entre personas del mismo sexo, aborto y reformas estratégicas en materia de educación y energéticos que, el PAN impulsa y el PRD, rechaza. ¿Cómo ponerlos de acuerdo?

Recordemos que los políticos mexicanos no se rigen por la lógica, la retórica y la dialéctica, sino por intereses mezquinos. Ello adelanta enfrentamientos insulsos que, muy probablemente, terminen con la pretensión que hoy están impulsando. No veo a ninguno de los aspirantes de ambos partidos, declinando entre sí para fortalecer un proyecto colectivo.

Llama la atención que hace apenas unas semanas, Andrés Manuel López Obrador recurrió a la presión y amenaza para convencer al PRD de aliarse a su partido para garantizar el triunfo de MORENA en el EDOMEX; hoy, es lo contrario: el PRD insiste en que sea AMLO el que se una al FAO, obteniendo rotundos y reiterados “no” por respuesta.

De lograrse, supondría un alivio para el PRI, puesto que, numéricamente, una alianza de esa naturaleza debilitaría al candidato de MORENA, que, a decir verdad, no tiene un proyecto de nación viable. Su discurso se ha fortalecido en la diatriba, el insulto, la terquedad. Es decir, la sociedad PAN-PRD, tiene como objetivo principal, derrotar “democráticamente” al mesías populista en que se ha convertido López Obrador.

Decir que la atípica unión entre la izquierda y la derecha es para “frenar” al dueño de MORENA, es dar mucho crédito a la antítesis del político contemporáneo. El tabasqueño se destruye solo. Lo ha demostrado en elecciones pasadas. Principalmente porque carece de un discurso convincente, lo que ha constituido el antídoto en contra suya. Eso sí, tiene tamaña bocaza.

¿Cuenta esa alianza para Chiapas? Aquí, el PAN y el PRD, son solamente siglas. Con una militancia disminuida y dirigencias espurias, solo han servido como satélites del satélite del PRI. Desde el sexenio de Pablo Abner Salazar, el sistema partidista chiapaneco desapareció por completo, convirtiéndolos en adoradores permanentes del Ejecutivo. 

No obstante, los nombres que pululan en busca de la nominación podrían hacer la diferencia, aunque, a decir verdad, ninguno garantiza nada para los chiapanecos. Con un discurso pobre, una actitud soberbia y absoluta ignorancia sobre las urgentes necesidades de Chiapas, pretenden una candidatura —por el partido que sea—, lo cual vuelve a arrastrar al electorado a la decisión de siempre: votar por el menos malo.

El fruto de esa alianza, pinta para ser, en este año electoral, fuente de venganzas, traiciones, deslealtades y confrontaciones y más mentiras. Mientras, el país se desmorona.

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