· “ESTO LE PASA A LOS MARIQUITAS…”
· BORRAYAS EN LA CASA BLANCA: ESCÁNDALO
· AMPLIACIÓN DEL AEROPUERTO ÁNGEL ALBINO CORZO
· EN LA CÁRCEL BERSAÍN N Y OTROS VÁNDALOS
Si para un mexicano con visa de turista es inextricable cruzar la frontera México-Estados Unidos, para un ilegal eso es verdaderamente un vía crucis en el que muchos dejan la vida. Morir en el intento bien vale la pena si se trata del sueño americano.
En la semana santa de 2008 llegué a Tijuana para emprender esa odisea. De Tuxtla volé en Aeroméxico en primera clase. Tijuana hace frontera con San Ysidro, en el Condado de San Diego, Estados Unidos.
Es sin duda la frontera más transitada del mundo. Por ella pasan diariamente alrededor de 45 mil automóviles y unas 30 mil personas y se mezclan el surrealismo con la realidad: es un fárrago entre dos mundos que los divide “una línea”.
Con un Larousse inglés-español en la mano, practicando vocablos y modismos, los más comunes para aplicarlos llegado el momento, recuerdo que me llevó al menos 3 horas y media para llegar a la garita. Estaba desesperado y de mal humor, como muchos otros mexicanos que también están en la fila.
Los gritos de mercachifles ponen de bilis a cualquiera. Gritos estridentes que se fusionan a la música norteña que a todo volumen escucha un individuo que va en el carril de al lado.
“Es el jefe de jefes” de los Tigres del Norte. Qué música tan estúpida, le comento irritado al amigo que me acompaña en la Toyota con placas de California en la que también van su hermano y su cuñada. El dueño de la Toyota conduce y vive en Tijuana desde hace seis años.
Este cruce fronterizo es un paisaje enmarañado. Hay broncas frecuentes entre automovilistas: el que defiende su carril con mirada gatuna, de pocos amigos, y el que a la brava quiere invadirlo, meterse a chaleco porque el suyo no avanza. Cómo se extraña la cortesía de Tuxtla. Cómo se extraña el pozol con los tacos de cochito en el kiosco a espaldas del palacio de gobierno.
Por fin llego al semáforo de revisión. Ahí leo: México/USA. Se acerca un hombre robusto, de lentes ray van oscuros, radio en la guarnición, vestido todo de verde. Pelo corto, muy cortito. Güero y mal encarado, quizá por su xenofobia al mexicano o por tantas horas de trabajo.
Mis papeles están en regla. Visa y pasaporte. Y aún he mostrado mi credencial de periodista. Sólo llevo mil dólares para gastar no en suvenir porque odio lo cursi, sino en buena cerveza y buen Whisky. He pasado.
La de Pedro es una historia diametralmente opuesta. (Uso las cursivas porque no es su nombre real y usted entenderá luego porqué).
Pedro es un muchacho nativo de Ixtapa e hijo de padres campesinos. No es feo. Ixtapa, rumbo al norte de Chiapas, tiene un clima maravilloso; es un lugar colmado de riqueza.
Un pollero cobra alrededor de 30 mil pesos para guiar la travesía de los indocumentados. Es una ruta siniestra que sólo los muy osados o los extraordinariamente afortunados logran superar.
Sonoyta, Sonora, es un pueblo con temperaturas extremosas; por las noches el frío alcanza grados insospechados y al medio día el termómetro puede marcar los 50 grados. Frente a Sonoyta está el desierto de Arizona y también la migra, esa perversa policía estadunidense entrenada para cazar a los migrantes, principalmente mexicanos.
“No pases el desierto caminando. Es peligroso y te puede causar la muerte”, es un letrero del lado mexicano que alerta a los ilegales, me dice Pedro. Pero es una advertencia que nadie toma en cuenta porque, según la organización Fronteras Compasivas, en una ocasión en un solo día murieron 24 mexicanos en su intentona de llegar a los Estados Unidos.
Pedro ciertamente es bienaventurado por estar vivo. Hoy está en Ixtapa de nuevo con sus padres cosechando la milpa. No es el mismo Pedro: por las noches tiene pesadillas y sufre graves cicatrices emocionales. No borra de la mente al sujeto corpulento (agente de la migra) que le atrapó junto con otras 16 personas –hombres todos- cuando el pollero los abandonó en aquél páramo infernal de Arizona.
Pedro fue separado de sus compañeros. El agente lo trasladó a unos cien metros de donde estaban todos. La oscuridad tenebrosa de la noche fue cómplice afásica de la bajeza.
De cuerpo esbelto y rostro delicado, más o menos alto a pesar de sus orígenes autóctonos, ojos negros muy expresivos, en ese 2008 de 20 años de edad, Pedro fue obligado a bajarse el pantalón de mezclilla que traía puesto para experimentar la peor vejación, la más cruel e inhumana que pueda sufrir un muchacho: fue violado salvajemente y mientras eso ocurría, en un español atropellado, su verdugo le balbuceó al oído: “Esto le hacemos a los mariquitas mexicanos que quieren venir a mi país”.
Si eso fue en 2008, ¿qué será para los mexicanos en la era Trump?
UCD: PILLOS
La Unión Campesina Democrática es una falange de bandidos que, la mayoría de ellos provenientes de otros estados, creen que estamos inmersos en la impunidad o que pisan tierra de nadie y a la vez tierra de todos.
Agazapados en esas siglas y comandados por sujetos de sospechoso pasado y peor conducta, los integrantes de la UCD circulan coches por toda la capital y en puntos estratégicos del estado sin placas y con sólo un membrete que reza los símbolos de la agrupación.
La Unión Campesina Democrática nos recuerda a aquella terrorífica agrupación llamada Unión Nacional Lombardista que se empolló en el gobierno de Julio Cesar Ruiz Ferro con el financiamiento del siniestro Uriel Járquin Gálvez, el temible subsecretario de gobierno que era el poder tras el trono, originario de Juchitán, Oaxaca, y un profesional de la violencia. Allá, en Oaxaca, formó aquella terrorífica COCEI, que era la Coalición Obrero Campesina Estudiantil del Istmo, similar a la CNTE de hoy.
Si algo debe reconocerse a Roberto Albores Guillén durante su gobierno interino es que, de tajo, desmanteló a esa banda de delincuentes porque, con la ley en la mano, mandó a la cárcel a los cabecillas y no permitió la supervivencia de bacilos.
Las autoridades ministeriales deben realizar arduas pesquisas sobre el comportamiento de la UCD.
Los enormes esfuerzos que se imprimen en materia de seguridad ahora que el tema de la delincuencia no es un esnobismo sino una cruda cotidianidad, no pueden ser ensombrecidos por tropeles de vándalos que probablemente pretenden tomar Chiapas como su bastión para desatar un festín delictivo.
NORTES
EL doctor en derecho Horacio Culebro Borrrayas se fue a Estados Unidos y, frente a la Casa Blanca y con una pancarta enorme en inglés, pidió cárcel a los ladrones del sexenio 2006-2012. Los llamó narcotraficantes. Ya fue recibido por Donald Trump. ¿Le hará caso don Donald? Por lo pronto ya hizo escándalo…CON una inversión de 387 millones de pesos, próximamente se hará la ampliación del aeropuerto Ángel Albino Corzo, según anunció el gobernador Velasco. Este aeropuerto, que es el principal de la entidad, está llegando a su máxima capacidad de usuarios, ya que en 2012 recibía 785 mil pasajeros y en la actualidad recibe casi el doble. Genial eso…LA impunidad en Chiapas parece haber llegado a su fin. Bersaín N (así, porque es un delincuente) está en la cárcel. Se decía líder transportista y es responsable de muchos hechos violentos en Tuxtla…ES TODO.