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De la luna de miel con López Obrador al pulso con Sheinbaum: La política exterior de México ante Trump

De la luna de miel con López Obrador al pulso con Sheinbaum: La política exterior de México ante Trump Foto: Google

La relación entre Estados Unidos y México siempre ha estado marcada por altibajos, pero en los últimos años, bajo la administración de Andrés Manuel López Obrador, alcanzó un momento insólito: una especie de "romance antinatura" con Donald Trump. Los contrastes ideológicos entre ambos líderes —uno de izquierda, el otro de derecha— no impidieron que forjaran una alianza basada en intereses comunes como la inmigración y la seguridad fronteriza. Sin embargo, esa relación, tan peculiar como simbiótica, tuvo un claro perdedor: México.

En ese entonces, López Obrador, bajo la presión del magnate republicano, se convirtió en el principal muro de contención para la migración, comprometiendo su soberanía a cambio de ciertos beneficios económicos. Las críticas internas fueron muchas, y algunos lo acusaron de doblegarse ante el poder estadounidense, pero el pragmatismo político y la presión sobre su gobierno prevalecieron.

Hoy, en la administración de Claudia Sheinbaum, la historia parece estar tomando otro giro. La presidenta, en sus primeras interacciones con la Casa Blanca, ha mostrado una postura diferente. Aunque mantiene un tono de colaboración y respeto por la soberanía de México, no está dispuesta a repetir los errores de su antecesor. Su desafío radica en equilibrar la necesidad de mantener una relación cordial con un Trump que ya ha demostrado ser agresivo en su estilo de negociación, con la defensa de los intereses nacionales.

Trump ha dejado claro que su política migratoria no cambiará. Las deportaciones masivas y el reforzamiento de medidas de contención, como el restablecimiento del programa "Quédate en México", son solo el inicio de un nuevo pulso con el país vecino. A ello se suman las medidas más polémicas, como la militarización de la frontera y la inclusión de los cárteles mexicanos en su lista de organizaciones terroristas, lo que pone en riesgo la soberanía mexicana y plantea la posibilidad de intervenciones más directas.

Sheinbaum, a diferencia de López Obrador, ha mostrado determinación en no ceder ante estas presiones. Si bien ha dicho que su gobierno prioriza la cooperación, también ha enfatizado que México no permitirá "invasiones" extranjeras en su territorio. Frente a la constante amenaza de un Trump impredecible, su respuesta se ha centrado en una política de pragmatismo que incluye una defensa vigorosa de los intereses nacionales, aunque con un tono de moderación que busca evitar un enfrentamiento abierto.

En este escenario, los desafíos para Sheinbaum son enormes. Trump es un negociador agresivo que no tiene reparos en utilizar su poder económico y militar para imponer sus demandas. Sin embargo, la presidenta tiene un punto a su favor: el apoyo popular en México. Con un 81% de la población con una visión negativa de la administración de Trump, Sheinbaum tiene una base sólida de respaldo para mantener su postura firme. Aunque algunos analistas aseguran que podría claudicar ante las presiones económicas, lo cierto es que su gobierno ha mostrado una capacidad para mantener la calma en medio de la tormenta, lo cual podría ser la clave para gestionar esta relación tan compleja.

En definitiva, el reto de Sheinbaum será encontrar una vía intermedia que no sacrifique la soberanía de México, pero que tampoco enfrente abiertamente a una de las potencias más grandes del mundo. La relación entre ambos países, que siempre ha sido una danza delicada entre la cooperación y la confrontación, se encuentra nuevamente en un punto crucial. Será interesante ver si Sheinbaum logra mantenerse firme ante la presión de Trump, o si, como su antecesor, se verá obligada a ceder en nombre de la estabilidad política y económica.

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