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Pablo Hiriart

Pablo Hiriart

Al fin, AMLO se inclina ante el TLC

CIUDAD DE MÉXICO, 24 de agosto de 217.-La reforma salinista más combatida por López Obrador y la izquierda que le sigue, la apertura comercial con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte recibió ayer un sorpresivo y saludable espaldarazo de… López Obrador. Se tardó 25 años, un cuarto de siglo, pero al fin entendió.

Se atrevió a decirlo, por lo menos. Esperemos que no tengan que pasar otros 25 años antes de dar su respaldo a las reformas peñistas que tanto ha difamado, porque son tan buenas para México como el TLC.

Sostuvo López Obrador en una declaración formulada ayer, que, ante los amagos de Trump de romper las negociaciones sobre el TLC, los inversionistas y empresarios debían tomar las cosas con tranquilidad ya que “no va a pasar nada, no hay nada qué temer (sic), es pura politiquería”.

De manera sorpresiva afirmó que no se puede romper la relación comercial entre México y Estados Unidos, y aseguró que en caso de que se establecieran aranceles a las mercancías que se exportan desde México a Estados Unidos, los consumidores estadounidenses tendrían que pagar más por los artículos que se consumen.

Lo anterior no lo dijo Jaime Serra ni Herminio Blanco, sino Andrés Manuel López Obrador. París bien vale una misa, dicen que dijo el aragonés Enrique IV al convertirse al catolicismo para reinar en Francia.

Los Pinos bien valen un aplauso al TLC. Suena raro, pero así es: de la noche a la mañana López Obrador se manifestó en favor de una política central del cambio de modelo para el país que existía hasta José López Portillo.

Él siempre, y hasta hace apenas unos días, ha sostenido que México perdió el rumbo cuando se abandonó la ruta seguida en esos sexenios previos a 1982.

Hablamos de estatismo, control de precios, control de cambios, proteccionismo, monopolios y fronteras cerradas al comercio con el mundo.

La pregunta ahora es si le creemos a este López Obrador, o al de todos los días de los 25 años anteriores. Sería extraordinario que explicara qué lo hizo cambiar de opinión. Y que no se trata, como él le atribuye –acertadamente- a Trump, de una estrategia política.

Hay que tomar con pinzas esta declaración de López Obrador, en que da un respaldo tácito al TLC, y dice que “no hay que temer” a la reacción verbal de Trump que amenaza con echarlo abajo. Y que explique qué lo hizo salir de su error.

Cómo fue que estuvo equivocado durante tanto tiempo. Por qué azuzó a los mexicanos contra los artífices y promotores del Tratado. Sea como sea, que López Obrador se haya puesto del lado del TLC, después de haberlo combatido por tantos años, crea un momento de saludable unidad nacional.

En efecto, Donald Trump viajó a la frontera sur de su país para asustarnos con que no cree que se llegue a un acuerdo en la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

Así hay que reaccionar, como hizo el gobierno de Peña Nieto, el sector privado y López Obrador: no hay que preocuparse ni insultarlo: es su manera de negociar. Si ofendiera a México, ahí sí habría que levantarse de la mesa y contestar, pero estas palabras pronunciadas en Phoenix se las lleva el viento.

El peso, tan sensible a los vaivenes de la negociación, prácticamente no se movió. Ya aprendió el mercado a conocer a Trump. Los mexicanos, de todos los signos políticos, también.

Bienvenido el cambio de López Obrador. Aunque sería más creíble si ofreciera una disculpa a los que calumnió, insultó y satanizó durante 25 por “vender a México”. Ya cambió. O eso dice.

 

 

Uso de razón

Ciudad de México. - Todo el espectro político ha tomado postura ante un hecho relevante para nuestra vida económica presente y futura, como es la renegociación del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, menos el principal líder opositor.

López Obrador tiene que decir de qué lado está en el caso del TLC. ¿Cuál es su posición? Es el líder de millones de mexicanos que lo ven como una esperanza para resolver los temas nacionales, y no se pronuncia sobre el principal en materia económica.

¿Acaso le da pena decir que coincide con Donald Trump y está por echar abajo el TLC? Él ha sostenido desde que se negoció el TLC que está en contra. Que le ha hecho daño a México. Ahora es el momento de explicarlo mejor.

De qué sirve que tenga como asesores a Alfonso Romo, Miguel Rincón y otros empresarios si sólo los utiliza para dar la apariencia de que no es contrario al sector privado.

Sus asesores le hacen un plan de gobierno que sea del gusto, o le quite el miedo, al empresariado. Muy bien. Pero aquí hay un tema central de la vida económica de México y no se pronuncia. ¿Qué esconde?

O tal vez su silencio es sólo vergüenza de admitir que por años estuvo equivocado, que engañó a sus seguidores, que se opuso sólo por llevar la contraria.

En estos días en que se juega el destino de un modelo de desarrollo, abierto al comercio con América del Norte, a la manera en que se negoció en 1992 y 1993, hay que decir lo que se piensa. Más aún cuando el que guarda silencio puede ser el presidente de México a partir de diciembre del próximo año.

No se vale ir por el país, en mitin tras mitin, diciendo insultos y gracejadas sin tocar el tema fundamental. Ha planteado generalidades, como el caso de que a los campesinos les ha ido mal, lo cual es una verdad a medias porque a muchos les ha ido muy bien gracias al Tratado.

¿Les va a decir a los exportadores de la industria agroalimentaria que ya no le vendan a Estados Unidos? Según esa lógica, como a unos no les ha ido bien –aunque no han perdido-, a los exportadores de frutas, ganado y hortalizas les tiene que ir mal de ahora en adelante.

A los que no les ha ido bien no ha sido por culpa del Tratado, sino por falta de apoyos suficientes dentro de México, o porque la demagogia revolucionaria a la que AMLO pertenece les entregó tierras inservibles.

Si apretamos a EU aún más en el tema del campo, ¿en qué hay que ceder ante Trump? ¿Aceptar que le pongan aranceles a nuestros aguacates, limones, calabazas…? Es una negociación. Dando y dando. Exprésese AMLO. Tiene que decir puntos concretos que no le gustan del intercambio comercial en el sector automotriz. En la fabricación de maquinaria eléctrica. En el sector aeronáutico.

México es hoy, gracias al TLC, el país de América Latina que más manufactura exporta. Más que Brasil, Argentina, Colombia, Chile, Perú, Ecuador, Venezuela, Costa Rica y el resto de las naciones latinoamericanas… ¡juntas!

 

¿No quiere TLC López Obrador? Que lo diga. Y que no se la pase en pleitos de arrabal con escupitajos verbales a los que no piensan como él. Seriedad, candidato. Seriedad ante un tema sobre el que es preciso pronunciarse. Donald Trump quiere anular el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. ¿Qué piensa usted, López Obrador?

TLC, el triunfo de Salinas

CIUDAD DE MÉXICO. -Funcionarios del gobierno, representantes del empresariado y legisladores de distintas fuerzas políticas se encuentran en Washington con un objetivo claro: defender el Tratado de Libre Comercio en la renegociación que ayer comenzó.

Aquí no se oye una sola voz que haga coro a legisladores de Estados Unidos y pida la anulación del TLC, como ocurría en 1991, 1992 y 1993, cuando decían que Carlos Salinas iba a vender México y que llevaría al país a la quiebra. Hoy tienen que reconocer que mintieron o, en el mejor de los casos, se equivocaron. Salinas tenía razón.

Antes del TLC México contaba con una balanza comercial favorable a Estados Unidos, y ahora nos favorece en 64 mil millones de dólares.

Ni López Obrador ni Cárdenas ni ninguno de los que marcharon aquí y recorrieron Estados Unidos para promover entre sus congresistas que no votaran a favor del TLC con México van a admitir que se equivocaron. Pero el país necesita más memoria y menos estigmas.

A partir del Tratado, según el Banco Mundial, en México se crearon 10 millones de empleos ligados en un 50 por ciento a la actividad exportadora, en la que se pagan salarios 40 por ciento por encima del promedio nacional.

Antes del TLC, el 57 por ciento de las exportaciones correspondían a hidrocarburos, y hoy sólo el cinco por ciento de las ventas mexicanas a Estados Unidos corresponden a petróleo.

El Tratado de Libre Comercio nos salvó de la petrolización de la economía. De acuerdo con un estudio reciente (junio 2017) de JP Morgan, el 37 por ciento de las exportaciones mexicanas son maquinaria electrónica y de otras industrias, 25 por ciento vehículos y 24 por ciento autopartes. Sólo cinco por ciento petróleo.

Hoy México exporta más manufacturas que toda América Latina junta. Es decir, exportamos más productos manufacturados que Brasil, Argentina, Perú, Colombia, Chile y Venezuela unidos. Más los que quieran sumar.

¿Se vendió el país? ¿El TLC nos condenó a ser “colonia”? ¿Quebró la nación? “Va a morir de hambre el campo”, decían. Resultó al revés.

México tenía un déficit comercial de mil millones de dólares en productos agropecuarios con Estados Unidos antes del TLC. Hoy esa situación se revirtió. El saldo comercial en ese rubro favorece a nuestro campo en tres mil 204 millones de dólares (cifra de 2016).

Algunos miembros de Morena arguyen que el TLC acentuó la desigualdad. Sí aumento la desigualdad regional: se quedaron atrás los estados donde ellos han tenido fuerte presencia política e ideológica, contraria a la inversión privada, satanizan a la inversión extranjera, a la apertura comercial, y no respetan la propiedad ajena.

Los estados conectados al comercio exterior han crecido a tasas muy superiores, algunos a nivel de China. Ellos, Morena y sus antecedentes, apostaron y le siguen apostando al petróleo.

Es lo que hizo Venezuela con Chávez, pero ante la caída de precios está en la bancarrota, inflación de dos mil por ciento anual, desabasto, el bolívar (peso) del gobierno está a 10 por dólar, el tipo de cambio oficial está a dos mil 970 por dólar, y el dólar en mercado negro se vende a 15 mil 445 bolívares. Así estaríamos si les hubiéramos hecho caso. Y en esa receta insisten.

Se equivocaron con el TLC, que ha sido ampliamente benéfico para México. Por eso Trump está hecho un energúmeno. Por supuesto que el TLC no ha solucionado todos los problemas del país. No tenía por qué hacerlo, ya que únicamente es una herramienta. Y contra esa herramienta lucharon, denostaron, marcharon, hicieron giras por Estados Unidos y escribieron y gritaron a los cuatro vientos que Salinas era un vende patria.

 

Hoy algunos como AMLO guardan silencio. Otros, la mayoría, están por defender –y sus legisladores se encuentran en Washington- a capa y espada el Tratado de Libre Comercio. Vaya ironía: todo un reconocimiento a Carlos Salinas.

Fanáticos de Morena, contra el inglés

Angustia que un partido que puede llegar a la Presidencia el próximo año tenga líderes, cercanos al candidato, que repudien la enseñanza del idioma inglés en las escuelas públicas.

En una diatriba contra la reforma educativa, John Ackerman, asesor muy próximo a López Obrador, escribió este domingo en Proceso que “no hace falta aprender el idioma del nuevo imperio”.

Apunta Ackerman que “hablar español, el idioma de nuestros primeros (sic) colonizadores, ya nos da acceso al ‘mundo global’ tan admirado por (Aurelio) Nuño”.

Este fundamentalismo anti estadounidense pretende inhibir la capacidad de elección de los jóvenes mexicanos, que necesitan más herramientas para optar por empleos mejor remunerados. Ahí está lo que piensan en Morena. Y a ese partido le llaman la “esperanza para México”.

Los que dicen estar a favor de los pobres, con sus rencores y disrupciones mentales los quieren condenar a seguir en la pobreza a perpetuidad.

En México hay cinco estados cuyas economías crecen tanto o más que la de China. Y el común denominador de esas entidades es que están conectadas al comercio mundial y al turismo extranjero.

El lenguaje universal en esos terrenos es el inglés. Y los estados más atrasados del país son aquellos donde la CNTE, aliada de Morena, ha tenido la rectoría en materia educativa… hasta que llegó la reforma. Pero no discutamos con un fanático. Leámoslo para cerciorarnos de lo que piensan de la educación en ese partido.

Dice Ackerman: “Lo que hace falta hoy no es aprender el idioma del nuevo imperio, sino dirigir la mirada hacia adentro para promover un renacimiento integral de la enorme creatividad y profundidad de todos los mexicanos…” bla-bla-bla. Puro rollo.

Afirma que la enseñanza del inglés obligatorio en primaria, y profesores bilingües desde las normales, es porque “México necesita urgentemente que sus obreros puedan leer los manuales escritos en Seattle, así como obedecer las órdenes emitidas por sus nuevos jefes de Houston y Nueva York”.

Dice a continuación: “Esta miserable lógica entreguista es la que predomina en el gobierno federal y en las mentes de todos los líderes del PRIAN-RD. Sueñan con desaparecer a México (sic), y en particular al terrible estorbo de los millones de mexicanos dignos y conscientes, para ‘integrarse’ plenamente en América del Norte”.

Cuidado, no es de risa. Estos fanáticos pueden ganar las elecciones y gobernar el país a partir del próximo año. Creen que por aprender inglés va a desaparecer México. Ven al conocimiento como un enemigo. Lo mismo piensan los talibanes en Afganistán.

Lo que es una herramienta útil para integrarse mejor al mundo globalizado y tomar sus ventajas, para los ayatolas de Morena es un acto de sumisión ante el imperio. Nadie ha planteado que la enseñanza del inglés sea una “varita mágica” para solucionar los problemas de México, como dolosamente atribuye Ackerman al secretario Nuño. Pero es fundamental que la mayoría de los jóvenes dominen ese idioma.

Un ingeniero de sistemas que no hable o entienda inglés, tiene una enorme desventaja. Hasta para entenderse con los chinos se necesita hablar inglés. Nos guste o no, es el idioma global.

¿Qué México quieren estos fundamentalistas? Uno que se asemeje a Guerrero en su grado de desarrollo. O a Oaxaca. Y de ninguna manera a estados conectados con la economía mundial: Querétaro, Aguascalientes y varios otros.

 

Los pobres, para Morena, deben seguir siendo pobres, para que vivan de los subsidios del gobierno en turno. De esa manera se les controla políticamente. Es la lucha de dos proyectos de nación: volver al México de los 70, o moldear el México que debe emerger en el siglo XXI. Y eso es lo que se va a dirimir en la próxima elección.

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