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Angel Mario Ksheratto

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¿Quién podrá liderarnos?

 

Desde que Donald Trump desencadenó su odio contra México, en el país ha surgido un 
nacionalismo con pocos precedentes en su historia; la independencia, la revolución y las reformas de Lázaro Cárdenas despertaron al mexicano bronco, contestatario, determinado. En esos tres episodios de la vida nacional hubo personajes que encabezaron al pueblo mexicano en su lucha. Hombres de valía moral, independientemente de sus yerros humanos.

Los logros están a la vista hasta el día de hoy, cuando la circunstancia impuesta por un presidente estadounidense ruin, xenofóbico, racista, demente, agresivo, impopular, amenazante, grosero e ignorante entre muchos defectos más, reúne a los ciudadanos para reclamar, exigir e imponer el respeto que la patria se merece ante un hombre irracional que pretende gobernar con el intestino grueso y no con el cerebro. 

Todo bien hasta ahí. México unido contra la perversidad y el avasallamiento verbal; el país de pie, dispuesto a confrontar y enfrentar las agresiones. La nación entera contra un poderoso que no escatima recursos retóricos para intentar doblegar la dignidad de sus vecinos. 

A la par del encendido nacionalismo, han surgido dudas respecto a quien deba liderar el movimiento que se endereza para frenar las pretensiones del mandatario estadounidense. De sobra sabemos que el presidente Enrique Peña Nieto carece de los arrestos necesarios para siquiera enseñar a Trump, las mínimas reglas de la vecindad. 

La solvencia moral del señor presidente quedó socavada desde que cometió el imperdonable error de invitar al aludido, cuando todavía era candidato presidencial. Peor aún: los recurrentes escándalos de corrupción cometidos por él, su familia y cercanos suyos, le tenían prácticamente fuera de toda posibilidad para representar a la institución presidencial. 

Las decisiones económicas mal encaminadas y dolosamente estructuradas para afectar a los mexicanos, han sido otras de las razones por las que Peña tiene vedada la capacidad institucional de liderar al país en éstos momentos de crisis e intimidaciones de Trump, su gabinete y una porción de estadounidenses que comparten el odio de éste. Descartado, entonces, para liderar la lucha que día a día se agrava. 

Los partidos políticos y el Congreso de la Unión tampoco tienen al hombre idóneo para encabezar y fortalecer la unidad nacional que se está formando en todo el país. Hay una razón para entender ese asunto: muchos de los nombres que en algunos sectores se mencionan, son proclives al caudillismo mesiánico, condición que nos desfavorece, en virtud de estar éstos, tras un propósito personal, no en busca del bien común. 

La Iglesia, dada su postura frente a temas sociales delicados, también queda fuera. El Ejército ha dado claras muestras de hartazgo y cansancio desde que inició la guerra contra el crimen organizado, de donde los militares no han salido bien librados. ¿Quién, entonces? El debate sobre el tema, se antoja largo.

Pero también abre la esperanza de que surja un espontáneo; uno que no quiera llevar agua a su molino. Quizá un colectivo, un colegiado que de voz y resistencia a los mexicanos sin caer en la tentación de acaparar votos y miradas de cara al 2018 u otras elecciones posteriores. Todo esto nos habla que tenemos un déficit de líderes en el país. 

Haciendo memoria, los dos últimos mexicanos que tuvieron un liderazgo visible (si fueron bueno o malos, cada uno debe decidirlo) fueron Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y Roberto Madrazo Pintado. Curiosamente, ambos fueron candidatos presidenciales y ninguno alcanzó su objetivo. No fueron liderazgos nacionalistas, sino meramente partidistas, pero mostraron dotes y capacidad de convocatoria, amén de sus métodos para lograrlo. 

Hoy mismo no tenemos un solo ciudadano que convoque, que convenza, que atraiga, que arrastre o empuje. Y menos, de la clase política o gobernante; no hay ni en la derecha ni en la izquierda. Tampoco en las universidades ni en los sindicatos, en las iglesias o cualquier otra institución.

A lo anterior agreguemos que a pesar de todo, hay quienes, desde ahora y sin tener los méritos, buscan hacerse de la paternidad de las marchas contra Trump. ¡Hasta en la unidad estamos divididos! Todo, por ausencia total de liderazgos sólidos, respetables, confiables y comprometidos con el país. Lastimosamente, es una realidad inocultable. No hay quien abandere al país; nadie en quien depositar la dignidad y soberanía mexicana, sino en nosotros mismos. 

 

 

"Ya me cansé...": Orantes López

 

La licenciada en comunicación, María Elena Orantes López, no sabe lidiar con la verdad; ante la abrumadora evidencia de las mentiras que ha divulgado en un desaseado intento por engañar a la sociedad, contrató (o creó ella misma) una manada de troles (cuentas en redes sociales dedicadas a amenazar, discriminar, insultar…) con los que trata de desacreditar las pruebas de sus embustes.

Ha insistido en que ella votó contra el gasolinazo. Para demostrarlo, ha compartido capturas de pantalla de la página oficial de la Gaceta Parlamentaria, donde los votos “en contra”, del partido Movimiento Ciudadano, aparecen por mayoría. Cierto. Totalmente cierto. Solo que la ciudadana diputada no supo o no pudo manipular la imagen y dejó una parte del texto oficial que le desmiente.

El voto de su partido en contra, fue “en  lo particular”. En “lo general”, como ya quedó demostrado en días pasados, el voto fue a favor de la atroz medida enviada por el presidente Enrique Peña Nieto al Congreso de la Unión.

Me explico: el voto “en lo particular” es el que se emite a favor o en contra de una noción.
Es decir, si un diputado o una fracción parlamentaria reserva un artículo o una porción de la iniciativa completa para adecuarla, enmendar errores técnicos o incluso de redacción; si se pretende agregar o quitar elementos. El presidente de la Mesa Directiva, previa votación, admite la discusión del artículo reservado y una vez que el ponente termina su alocución, el resto de legisladores, vota a favor o en contra de la propuesta de modificación.


El voto “en lo general” es cuando, agotados alegatos, escuchadas las propuestas, se vota a favor o en contra del dictamen completo. En éste caso, el MC y la señora Orantes López votaron contra la propuesta de otro diputado que quiso modificar algunos puntos de la iniciativa, pero votaron a favor del dictamen que facultó al presidente Peña Nieto a subir el precio de la gasolina.
 

De tal forma que si vemos las “pruebas” que presenta la diputada en cuestión, son de votos en lo particular.

Pero hay algo más todavía: Como “prueba” de su voto contrario a las pretensiones presidenciales, difunde foto del voto emitido el 19 de octubre del 2015 cuando se reformó la Ley del Impuesto sobre la Renta, la Ley del Impuesto Especial sobre Producción y Servicios, y la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria.

Como siempre, el voto contrario fue en lo particular. En lo general, votó a favor.
“Ya me canse (sic) de que todo el día desinformen a los ciudadanos, les envió las votaciones de todo y de diferentes años, son las facetas oficiales no panfletos con fotos que usan a su conveniencia. Estoy a la orden.”, dice la multicitada señora Orantes en su muro de Facebook, desde donde mantiene una permanente campaña para deslindarse de sus votos contra el pueblo.


En síntesis, la diputada se apropia de las acciones de su partido, aunque ella no asista. De hecho, está entre los legisladores que más faltan a las sesiones del Pleno.
Una revisión a la Gaceta Parlamentaria y al Diario de los Debates de la Cámara de Diputados vuelven a desmentirla. A la sesión del 19 de octubre arriba citada, ¡no se presentó jamás al pleno! En una gráfica que adjunto a ésta columna, notarán las firmas de los diputados asistentes y ella no aparece, como tampoco aparece en el tablero de asistencia, prueba que verán también en otra gráfica.

Ante la evidencia de sus mentiras, la señora Orantes no ha tenido otra respuesta que no sea el ataque personal, directo y anónimo. Desde las redes sociales enderezó una campaña difamatoria contra sus críticos y adversarios. Y claro, mantiene su campaña mediante la cual trata de deslindarse del voto a favor del gasolinazo, lo cual, como verán en las gráficas, le desmienten rotundamente.


 
Es inexplicable cómo una representante popular intenta alejarse del daño que provocó a sus representados. No es la primera vez que María Elena Orantes López deja tirada a una víctima. Habremos de recordar el accidente en el que ordenó tajante a su chofer, alejarse del lugar, sin prestar auxilio a la víctima que, literalmente, voló por los aires con todo y moto. Es su estilo, su forma de hacer política.

La lista de chiapanecos engañados por ella, es larga; larguísima. Y pretende acallar las denuncias con más mentiras. Con campañas difamatorias mediante troles no logrará tapar el sol. Debe ser honrada y honesta, virtudes que hasta hoy, nos ha demostrado no tener. Mintiendo denigra a un apellido respetado en Chiapas.

¿Se oponen realmente al gasolinazo?

 

* ¿Está justificado su uso?

* ¿Responde al discurso megalómano?

* ¿Sirven para algo?

* ¿Se oponen realmente al gasolinazo?

A simple escucha, suena a majadería de barrio bajo; sin embargo, la acepción da para mucho en términos figurativos, tanto gramaticales como conceptuales. Para algunos, “pendejo” es parte del vocabulario popular desde la perspectiva del vulgarismo. En México, más allá de la distorsión lingüística que significa, es tomado como un grave insulto o en cierto grado  como una muestra de afecto si entre los dicentes hay una clara cercanía familiar o de amistad.

Algunas definiciones de “pendejo” nos dan varias ideas que clarifican su uso e incluso, justifican su utilización en cuanto al trato hacia los políticos, principales responsables del desencuentro de la sociedad con las instituciones.

No es para menos si de entrada reconocemos que dicha palabra es sinónimo de “tonto”, “estúpido”, “bobo”, “pusilánime”, “cobarde”, “desordenado”, “taimado”, “bruto”, “burro”, “torpe”, “necio”, “inepto”, “ingenuo”, “imbécil”… (Diccionario de Sinónimos.)

No se trata de una prevaricación deliberada y dolosa contra la clase política, sino de encontrar el justo medio entre lo que ellos creen ver en la sociedad y lo que ésta última ve —con exacto realismo— en ellos, lo cual viene a ser una especie de respuesta al discurso megalómano con que pretenden gobernar o acceder al poder.

De tal manera que el adjetivo se ajusta, per se, a los aludidos en el título del presente texto si lo juzgamos a partir del descarriamiento discursivo al que han recurrido para la obtención de votos y, eventualmente, de 
aplausos facilitados por otra felonía política: la adquisición de conciencias mediante el alivio temporal de las necesidades básicas de los pobres.

Quien quiera que haya inventado el término que nos concierne no se equivocó al tomar como referencia al pectiniculus, ese diminuto vello que solemos tener en el pubis, las ingles y la periferia anal. Son así los políticos: misteriosos (no saben para que están ahí); encubiertos (solo abren la boca para hacer el ridículo); molestos (fastidian a toda hora).

Lo anterior nos recuerda la existencia de un cardo del género “Sonchus” de la familia “Asteraceae”, llamado también “pendejo”, “cerraja” o “azapuercos”. Es éste, según el Diccionario Botánico, invasivo, difícil de erradicar, cuyo comportamiento es similar al de la maleza común.

Cierto. La maleza está en todas partes y no sirve para nada. Exactamente igual que los políticos. ¿Cuánto tiempo hace que escuchamos un discurso coherente, limpio, comprensible, inteligente, digerible, extenso, rico en ideas y conceptos filosóficos?

¿Cuántas veces habremos presenciado un debate riguroso, crítico, autocrítico y propositivo? ¿Desde cuándo no conocemos a un político honesto, honrado, serio, responsable, capaz, eficiente, con un profundo sentido de ética y suficiente estatura moral? Y no hablemos de propuestas políticas y proyectos sociales, puesto que la demagogia ha sustituido a la realidad. ¡Vaya! No escuchamos discursos ni siquiera con los más elementales fundamentos de la cortesía política.

El hedonismo ha derribado a la pretendida justicia social; la simulación a las estrategias, la ignorancia al sentido común, la incompetencia al servicio, la vanidad a la verdad, la opacidad a la transparencia. El disparate morfológico destruyendo a la realidad, si parafraseamos a Fernando Lázaro Carreter, finado ex director de la Real Academia Española.

Anteriormente, se tenía la oportunidad de leer “entre líneas” y hasta se debía decodificar los discursos políticos; léase a Platón o Aristóteles; a Josefo o Adriano de Tiro. A Pierre de Marivaux, Focault, Zorrilla, Jean de la Fontaine, Moliére, La Fayette, Nietzsche, Juana Inés de la Cruz, Voltaire… De Gaulle, Musolini, Churchill, Thatcher, Eisenhower, Lázaro Cárdenas y ya entrados en México, a Miguel de la Madrid y José López Portillo, con todo y sus yerros.

Sería ocioso revisar los actuales discursos políticos. Son repetitivos de tal manera que ahuyentan todo intento por siquiera escucharlos o leerlos; tan demagógicos que, aunque contuvieren una pizca de verdad o de razón, se toman por mentiras absolutas y ridiculeces incontestables.

En ciertas ocasiones, se ha incluso, desplazado al eufemismo por un lenguaje soez. (Uno de los eternos precandidatos a la gubernatura de Chiapas, vomitó en un mitin televisado una frase destornillante, pero al mismo tiempo, grosera: “Me escuecen los güevos.”).

Puede decirse que las líneas discursivas de nuestros políticos no son ni confusas ni poco comprensibles, sino franca y abiertamente insulsas y bofas. La excesiva repetición de palabras o frases trilladas, se ha vuelto una constante que refleja la carencia de un lenguaje límpido, amplio, desarrollado y coherente con las intenciones aparentemente personales. Ello se deriva de la visión del político actual: “el elector es pendejo, no entiende y si lo hace, el hambre lo hace, sino dócil, por lo menos, silente y por qué no, útil.” De ahí el consejo trivial de unos para afectar —electoralmente hablando— a otros: “Agarrá lo que te den, pero votá por el que vos querás.”

Como nos ven, debemos verlos. La “invitación” a votar libremente, es en sí, una manipulación procesal. Es decir: “Yo te doy; el de enfrente no te da y si te da, es menor a lo que yo te doy, por tanto, soy de tu entera conveniencia y si lo rechazas, ¡que pendejo sos!”

Para el político actual, no solo es necesario recurrir al insulto verbal directo; debe por sobre todas las cosas, incumplir y regresar por un voto más, para manifestar su más grande de las ofensas y desprecio contra sus electores. De por sí, manipular ideas, cifras, frases, actitudes o, retractarse ad hominem de un acto contrario al pueblo —a la par de constituir un agravio a la inteligencia colectiva—, es un abuso de confianza contra sí mismos.

Ahí están los diputados, senadores, alcaldes y gobernadores que se promocionan como los grandes opositores al gasolinazo, por ejemplo. Senadores y diputados federales, votaron a favor de la nociva medida presidencial y alcaldes y gobernadores, se cuelgan de una moda, no por convicción, sino por la consecución de uno que otro voto. ¡Nos creen pendejos!

Insisto: como nos ven, debemos verlos. Conforme pasan los días, las semanas, los meses y los años, vemos menos congruencia y convicción en los políticos. Los más recalcitrantes apóstoles de la ultraderecha, un mal día para la sociedad, amanecen abrazados de la extrema izquierda, o al revés; no requerimos explicación alguna porque les conocemos y sabemos de sus proclividades, intereses, inclinaciones y preferencias… Pero ellos nos siguen considerando pendejos.

Vehemencia, emotividad y vocación de ciudadanos, es lo menos que insinúan cuando se dirigen a la sociedad; se aferran a una falsa inmunidad, mintiendo, engañando, solapando, tergiversando no solo la realidad del pueblo, sino la de ellos mismos, pues, de sobra saben que solo la mitad de uno, de cada millón de ciudadanos, les tiene confianza. En otras palabras, ¡nadie!

A todo esto, ¿qué son nuestros políticos? Si acaso payasos de quinta en un acto circense deplorable, vergonzante e inútil para efectos de gobernabilidad. Ni siquiera el sarcasmo inteligente, ha estado presente en ése círculo de políticos medianos, niñatos perecederos que con todo y su estulticia, nos siguen viendo como pendejos.

Revisemos, por mera curiosidad, el actuar de los políticos en las últimas semanas y descubriremos que han rebasado sus propios límites de credibilidad. Éstos, ante el creciente rechazo social, buscan afanosamente afrontar la crisis con más mentiras y penosas ridiculeces, basadas en la irrealidad, en lo ficticio de un discurso que no provoca un debate sensato, sino repulsa generalizada. Y es que no se puede discutir la vanidad, la indiferencia y la trivialidad, agentes activos de los estúpidos, o sea, los pendejos.

No puede tomarse como una injuria el adjetivo en cuestión, puesto que el así calificarlos, es una reciprocidad natural, lógica; quizá inapropiada, pero no distante de la profunda falta de respeto que los políticos profesan contra la ciudadanía.

Revertir la postura de los ciudadanos, debe pasar por un cambio a fondo: que los políticos empiecen por respetarse a sí mismos, respetar al pueblo y modificar su discurso. Hacerlo más inteligente, más realista, más verdadero. Mientras, tendrán que cargar con el pesado rechazo popular y lo peor, con la culpa de sepultar al cada vez más desprestigiado sistema partidista del país y, por supuesto, de Chiapas.

 

 

La transparencia opaca.

La transparencia opaca.

Avance sobresaliente”, es el calificativo que el marco de la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública del Estado de Chiapas da a una ley que, por paradójico que resulte, está entre las más opacas en materia de aplicación. Ello, evidentemente, resta confianza y credibilidad al Instituto de Acceso a la Información Pública, cuya titular ha sido severamente cuestionada desde que asumió el cargo, no por agentes externos, sino por los mismos Comisionados, quienes una y otra vez han exigido alinear discursos con acciones.

Quizá haga falta recordarle a doña Ana Elisa López Coello los criterios fundamentales de la institución que preside y, por supuesto, de la ley que la rige. Tal vez recordarle que “transparencia”, etimológicamente, significa ver con claridad de un lado a otro, sin mácula ni restricción. Es decir, no dejar nada en la oscuridad, salvo aquellas cuestiones que pudieran poner en riesgo la seguridad de las personas en cuanto su privacidad.

La transparencia es un derecho ciudadano y transparentar una obligación institucional que se deriva de un mandato constitucional que el IAIP está ignorando deliberadamente, lo cual es inadmisible, principalmente porque en México y en Chiapas hay un grueso de ciudadanos que exigen un coto definitivo a la corrupción y la impunidad.

La disposición legal de democratizar el uso de los recursos públicos, de informar a la ciudadanía el destino de los impuestos, la rendición de cuentas en general, no debe tener límites y tampoco puede estar al amparo de caprichos personales que atenten contra el desarrollo de un país que se debate en serios problemas de credibilidad.

La institución que encabeza la señora López es un instrumento público, no un aparato gubernamental para esconder la basura que genera el mal proceder de muchos funcionarios. Por ello, el alegato en su contra en virtud de sus acciones poco transparentes dentro de la misma institución, es válido y su vigencia se basa en el legítimo deseo de los chiapanecos para tener una fiscalización plena de los funcionarios.

Evitar que un ciudadano grabe las sesiones del Consejo atenta contra la ley misma que, en el Artículo 2, párrafo III de la referida ley, promueve la participación ciudadana en la toma de decisiones públicas. No es delito ni infringe norma alguna el ciudadano que desee dar a conocer a la opinión pública el desenvolvimiento de la institución y más, cuando, como todo reglamento institucional de esa índole, especifica que las sesiones deben ser públicas y accesibles.

Por otro lado está la pública exigencia del comisionado Miguel González Alonso, en el sentido de adoptar medidas de austeridad ante la crisis económica y financiera que ahoga al estado. Es inadmisible que la institución que debe poner el ejemplo en políticas para el ahorro se niegue a reducir los salarios como una forma de solidarizarse, no solo con el pueblo, sino con el gobierno.

En ese mismo tenor, González Alonso, en diversos textos publicados por distintas vías, ha reclamado a la comisionada presidenta el despido masivo de trabajadores del IAIP, sin haber pasado la determinación por el pleno, órgano que al parecer y debido a su permanente marginación se ha convertido en un ente autómata, sumiso e indiferente.

Parece inimaginable que una institución dedicada a transparentar los usos y costumbres de la política y administración pública local, esté bajo un esquema de arbitrariedad y absolutismo. El término “colegiado” a que se refiere la Ley de Transparencia, es, sencillamente, inexistente, lo cual preocupa en extremo, toda vez que esa institución, por el momento, no garantiza los parámetros de honradez que se requieren para el fortalecimiento de una cultura política y administrativa sin corrupción.

Ante ello, la urgencia es que, a la par de una investigación a fondo del actuar de la señora comisionada presidenta, se proceda a una revisión cautelosa de los “avances” (que dudo que los haya) en esa materia. Las denuncias y acusaciones —serias y debidamente fundamentadas— en su contra, no pueden ni deben quedar al aire. Permitir que desde esa institución se cometan tropelías contra la transparencia misma, es admitir que en ese tema, todo es simulación, engaño y mentiras.

 

Y más, porque hasta hoy, doña Ana Elisa se niega a pasar al pleno la petición de cancelar el pago del servicio de telefonía a cargo del IAIP, la cancelación de vales de gasolina, el no uso de vehículos oficiales para asuntos personales, el ahorro interno, la cancelación de contratos de alimentación, cancelación de plazas de choferes para los comisionados, cancelación del bono de fin de año, supresión de viáticos y cambio de sede del IAIP, en virtud de los onerosos cargos que significa el actual. ¿Transparencia? ¿¡Donde!?

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