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"Ya me cansé...": Orantes López

 

La licenciada en comunicación, María Elena Orantes López, no sabe lidiar con la verdad; ante la abrumadora evidencia de las mentiras que ha divulgado en un desaseado intento por engañar a la sociedad, contrató (o creó ella misma) una manada de troles (cuentas en redes sociales dedicadas a amenazar, discriminar, insultar…) con los que trata de desacreditar las pruebas de sus embustes.

Ha insistido en que ella votó contra el gasolinazo. Para demostrarlo, ha compartido capturas de pantalla de la página oficial de la Gaceta Parlamentaria, donde los votos “en contra”, del partido Movimiento Ciudadano, aparecen por mayoría. Cierto. Totalmente cierto. Solo que la ciudadana diputada no supo o no pudo manipular la imagen y dejó una parte del texto oficial que le desmiente.

El voto de su partido en contra, fue “en  lo particular”. En “lo general”, como ya quedó demostrado en días pasados, el voto fue a favor de la atroz medida enviada por el presidente Enrique Peña Nieto al Congreso de la Unión.

Me explico: el voto “en lo particular” es el que se emite a favor o en contra de una noción.
Es decir, si un diputado o una fracción parlamentaria reserva un artículo o una porción de la iniciativa completa para adecuarla, enmendar errores técnicos o incluso de redacción; si se pretende agregar o quitar elementos. El presidente de la Mesa Directiva, previa votación, admite la discusión del artículo reservado y una vez que el ponente termina su alocución, el resto de legisladores, vota a favor o en contra de la propuesta de modificación.


El voto “en lo general” es cuando, agotados alegatos, escuchadas las propuestas, se vota a favor o en contra del dictamen completo. En éste caso, el MC y la señora Orantes López votaron contra la propuesta de otro diputado que quiso modificar algunos puntos de la iniciativa, pero votaron a favor del dictamen que facultó al presidente Peña Nieto a subir el precio de la gasolina.
 

De tal forma que si vemos las “pruebas” que presenta la diputada en cuestión, son de votos en lo particular.

Pero hay algo más todavía: Como “prueba” de su voto contrario a las pretensiones presidenciales, difunde foto del voto emitido el 19 de octubre del 2015 cuando se reformó la Ley del Impuesto sobre la Renta, la Ley del Impuesto Especial sobre Producción y Servicios, y la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria.

Como siempre, el voto contrario fue en lo particular. En lo general, votó a favor.
“Ya me canse (sic) de que todo el día desinformen a los ciudadanos, les envió las votaciones de todo y de diferentes años, son las facetas oficiales no panfletos con fotos que usan a su conveniencia. Estoy a la orden.”, dice la multicitada señora Orantes en su muro de Facebook, desde donde mantiene una permanente campaña para deslindarse de sus votos contra el pueblo.


En síntesis, la diputada se apropia de las acciones de su partido, aunque ella no asista. De hecho, está entre los legisladores que más faltan a las sesiones del Pleno.
Una revisión a la Gaceta Parlamentaria y al Diario de los Debates de la Cámara de Diputados vuelven a desmentirla. A la sesión del 19 de octubre arriba citada, ¡no se presentó jamás al pleno! En una gráfica que adjunto a ésta columna, notarán las firmas de los diputados asistentes y ella no aparece, como tampoco aparece en el tablero de asistencia, prueba que verán también en otra gráfica.

Ante la evidencia de sus mentiras, la señora Orantes no ha tenido otra respuesta que no sea el ataque personal, directo y anónimo. Desde las redes sociales enderezó una campaña difamatoria contra sus críticos y adversarios. Y claro, mantiene su campaña mediante la cual trata de deslindarse del voto a favor del gasolinazo, lo cual, como verán en las gráficas, le desmienten rotundamente.


 
Es inexplicable cómo una representante popular intenta alejarse del daño que provocó a sus representados. No es la primera vez que María Elena Orantes López deja tirada a una víctima. Habremos de recordar el accidente en el que ordenó tajante a su chofer, alejarse del lugar, sin prestar auxilio a la víctima que, literalmente, voló por los aires con todo y moto. Es su estilo, su forma de hacer política.

La lista de chiapanecos engañados por ella, es larga; larguísima. Y pretende acallar las denuncias con más mentiras. Con campañas difamatorias mediante troles no logrará tapar el sol. Debe ser honrada y honesta, virtudes que hasta hoy, nos ha demostrado no tener. Mintiendo denigra a un apellido respetado en Chiapas.

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Hay que fortalecer programas de apoyo ante el gasolinazo: RAG

El senador por Chiapas, Roberto Albores Gleason, señaló que ante el alza registrada en los combustibles a inicio de año, se deben fortalecer los programas de apoyo a pescadores y agricultores para garantizar su producción.

Al reconocer la respuesta del gobierno al evitar el gasolinazo de febrero, Albores Gleason puntualizó que el campo mexicano es un sector estratégico que hay que proteger para que siga impulsando el crecimiento del país.

No debemos permitir que el impacto de los mercados en nuestra economía merme al sector agrícola y pesquero, externó.

Luego de que se diera a conocer la aprobación de 4,000 millones de pesos para asegurar que pescadores y agricultores tengan acceso a mejores precios en los combustibles, Albores reconoció los esfuerzos que se realizan desde la Sagarpa y la Secretaría de Hacienda para evitar que este sector se vea afectado por el incremento en la gasolina y el diesel.

Sostuvo que a través de este tipo de mecanismos se incentiva el desarrollo del sector al proteger a los campesinos del incremento en uno de los insumos básicos utilizados para actividades de producción primarias, como lo es el diésel, y se habilita el uso de maquinaria para labores agrícolas como tractores, trilladoras y motores para extracción de agua para riego, entre otros.

Albores Gleason hizo un exhorto a las dependencias federales a informar sobre la inscripción al padrón de beneficiarios para asegurar que el beneficio de la cuota energética a precios de estímulo llegue a todos los productores, y consideró oportuno el acompañamiento para acceder a este tipo de programas.

 

Esto luego de referir la asesoría necesaria a los campesinos chiapanecos, como Manuel López de Altamirano quien le expuso la dificultad para poder sacar adelante sus cosechas.

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¿Se oponen realmente al gasolinazo?

 

* ¿Está justificado su uso?

* ¿Responde al discurso megalómano?

* ¿Sirven para algo?

* ¿Se oponen realmente al gasolinazo?

A simple escucha, suena a majadería de barrio bajo; sin embargo, la acepción da para mucho en términos figurativos, tanto gramaticales como conceptuales. Para algunos, “pendejo” es parte del vocabulario popular desde la perspectiva del vulgarismo. En México, más allá de la distorsión lingüística que significa, es tomado como un grave insulto o en cierto grado  como una muestra de afecto si entre los dicentes hay una clara cercanía familiar o de amistad.

Algunas definiciones de “pendejo” nos dan varias ideas que clarifican su uso e incluso, justifican su utilización en cuanto al trato hacia los políticos, principales responsables del desencuentro de la sociedad con las instituciones.

No es para menos si de entrada reconocemos que dicha palabra es sinónimo de “tonto”, “estúpido”, “bobo”, “pusilánime”, “cobarde”, “desordenado”, “taimado”, “bruto”, “burro”, “torpe”, “necio”, “inepto”, “ingenuo”, “imbécil”… (Diccionario de Sinónimos.)

No se trata de una prevaricación deliberada y dolosa contra la clase política, sino de encontrar el justo medio entre lo que ellos creen ver en la sociedad y lo que ésta última ve —con exacto realismo— en ellos, lo cual viene a ser una especie de respuesta al discurso megalómano con que pretenden gobernar o acceder al poder.

De tal manera que el adjetivo se ajusta, per se, a los aludidos en el título del presente texto si lo juzgamos a partir del descarriamiento discursivo al que han recurrido para la obtención de votos y, eventualmente, de 
aplausos facilitados por otra felonía política: la adquisición de conciencias mediante el alivio temporal de las necesidades básicas de los pobres.

Quien quiera que haya inventado el término que nos concierne no se equivocó al tomar como referencia al pectiniculus, ese diminuto vello que solemos tener en el pubis, las ingles y la periferia anal. Son así los políticos: misteriosos (no saben para que están ahí); encubiertos (solo abren la boca para hacer el ridículo); molestos (fastidian a toda hora).

Lo anterior nos recuerda la existencia de un cardo del género “Sonchus” de la familia “Asteraceae”, llamado también “pendejo”, “cerraja” o “azapuercos”. Es éste, según el Diccionario Botánico, invasivo, difícil de erradicar, cuyo comportamiento es similar al de la maleza común.

Cierto. La maleza está en todas partes y no sirve para nada. Exactamente igual que los políticos. ¿Cuánto tiempo hace que escuchamos un discurso coherente, limpio, comprensible, inteligente, digerible, extenso, rico en ideas y conceptos filosóficos?

¿Cuántas veces habremos presenciado un debate riguroso, crítico, autocrítico y propositivo? ¿Desde cuándo no conocemos a un político honesto, honrado, serio, responsable, capaz, eficiente, con un profundo sentido de ética y suficiente estatura moral? Y no hablemos de propuestas políticas y proyectos sociales, puesto que la demagogia ha sustituido a la realidad. ¡Vaya! No escuchamos discursos ni siquiera con los más elementales fundamentos de la cortesía política.

El hedonismo ha derribado a la pretendida justicia social; la simulación a las estrategias, la ignorancia al sentido común, la incompetencia al servicio, la vanidad a la verdad, la opacidad a la transparencia. El disparate morfológico destruyendo a la realidad, si parafraseamos a Fernando Lázaro Carreter, finado ex director de la Real Academia Española.

Anteriormente, se tenía la oportunidad de leer “entre líneas” y hasta se debía decodificar los discursos políticos; léase a Platón o Aristóteles; a Josefo o Adriano de Tiro. A Pierre de Marivaux, Focault, Zorrilla, Jean de la Fontaine, Moliére, La Fayette, Nietzsche, Juana Inés de la Cruz, Voltaire… De Gaulle, Musolini, Churchill, Thatcher, Eisenhower, Lázaro Cárdenas y ya entrados en México, a Miguel de la Madrid y José López Portillo, con todo y sus yerros.

Sería ocioso revisar los actuales discursos políticos. Son repetitivos de tal manera que ahuyentan todo intento por siquiera escucharlos o leerlos; tan demagógicos que, aunque contuvieren una pizca de verdad o de razón, se toman por mentiras absolutas y ridiculeces incontestables.

En ciertas ocasiones, se ha incluso, desplazado al eufemismo por un lenguaje soez. (Uno de los eternos precandidatos a la gubernatura de Chiapas, vomitó en un mitin televisado una frase destornillante, pero al mismo tiempo, grosera: “Me escuecen los güevos.”).

Puede decirse que las líneas discursivas de nuestros políticos no son ni confusas ni poco comprensibles, sino franca y abiertamente insulsas y bofas. La excesiva repetición de palabras o frases trilladas, se ha vuelto una constante que refleja la carencia de un lenguaje límpido, amplio, desarrollado y coherente con las intenciones aparentemente personales. Ello se deriva de la visión del político actual: “el elector es pendejo, no entiende y si lo hace, el hambre lo hace, sino dócil, por lo menos, silente y por qué no, útil.” De ahí el consejo trivial de unos para afectar —electoralmente hablando— a otros: “Agarrá lo que te den, pero votá por el que vos querás.”

Como nos ven, debemos verlos. La “invitación” a votar libremente, es en sí, una manipulación procesal. Es decir: “Yo te doy; el de enfrente no te da y si te da, es menor a lo que yo te doy, por tanto, soy de tu entera conveniencia y si lo rechazas, ¡que pendejo sos!”

Para el político actual, no solo es necesario recurrir al insulto verbal directo; debe por sobre todas las cosas, incumplir y regresar por un voto más, para manifestar su más grande de las ofensas y desprecio contra sus electores. De por sí, manipular ideas, cifras, frases, actitudes o, retractarse ad hominem de un acto contrario al pueblo —a la par de constituir un agravio a la inteligencia colectiva—, es un abuso de confianza contra sí mismos.

Ahí están los diputados, senadores, alcaldes y gobernadores que se promocionan como los grandes opositores al gasolinazo, por ejemplo. Senadores y diputados federales, votaron a favor de la nociva medida presidencial y alcaldes y gobernadores, se cuelgan de una moda, no por convicción, sino por la consecución de uno que otro voto. ¡Nos creen pendejos!

Insisto: como nos ven, debemos verlos. Conforme pasan los días, las semanas, los meses y los años, vemos menos congruencia y convicción en los políticos. Los más recalcitrantes apóstoles de la ultraderecha, un mal día para la sociedad, amanecen abrazados de la extrema izquierda, o al revés; no requerimos explicación alguna porque les conocemos y sabemos de sus proclividades, intereses, inclinaciones y preferencias… Pero ellos nos siguen considerando pendejos.

Vehemencia, emotividad y vocación de ciudadanos, es lo menos que insinúan cuando se dirigen a la sociedad; se aferran a una falsa inmunidad, mintiendo, engañando, solapando, tergiversando no solo la realidad del pueblo, sino la de ellos mismos, pues, de sobra saben que solo la mitad de uno, de cada millón de ciudadanos, les tiene confianza. En otras palabras, ¡nadie!

A todo esto, ¿qué son nuestros políticos? Si acaso payasos de quinta en un acto circense deplorable, vergonzante e inútil para efectos de gobernabilidad. Ni siquiera el sarcasmo inteligente, ha estado presente en ése círculo de políticos medianos, niñatos perecederos que con todo y su estulticia, nos siguen viendo como pendejos.

Revisemos, por mera curiosidad, el actuar de los políticos en las últimas semanas y descubriremos que han rebasado sus propios límites de credibilidad. Éstos, ante el creciente rechazo social, buscan afanosamente afrontar la crisis con más mentiras y penosas ridiculeces, basadas en la irrealidad, en lo ficticio de un discurso que no provoca un debate sensato, sino repulsa generalizada. Y es que no se puede discutir la vanidad, la indiferencia y la trivialidad, agentes activos de los estúpidos, o sea, los pendejos.

No puede tomarse como una injuria el adjetivo en cuestión, puesto que el así calificarlos, es una reciprocidad natural, lógica; quizá inapropiada, pero no distante de la profunda falta de respeto que los políticos profesan contra la ciudadanía.

Revertir la postura de los ciudadanos, debe pasar por un cambio a fondo: que los políticos empiecen por respetarse a sí mismos, respetar al pueblo y modificar su discurso. Hacerlo más inteligente, más realista, más verdadero. Mientras, tendrán que cargar con el pesado rechazo popular y lo peor, con la culpa de sepultar al cada vez más desprestigiado sistema partidista del país y, por supuesto, de Chiapas.

 

 

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