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La salud auditiva es una de las funciones más importantes de nuestro cuerpo, pero a menudo no le prestamos la atención que merece. Nuestros oídos son esenciales para percibir sonidos, mantener el equilibrio y disfrutar de muchas actividades cotidianas. Sin embargo, el uso excesivo de audífonos y la exposición constante a ruidos altos pueden poner en riesgo nuestra audición y, en consecuencia, nuestra calidad de vida.
Los audífonos son una herramienta popular en la vida moderna, utilizados en la música, llamadas, y actividades recreativas. Sin embargo, su uso excesivo y a un volumen elevado puede ser perjudicial para la salud auditiva. Exponerse a ruidos superiores a 85 decibelios durante periodos prolongados puede dañar las células ciliadas del oído interno, lo que podría resultar en pérdida auditiva permanente.
El riesgo de sufrir daños auditivos aumenta cuando se escucha música a un volumen alto en audífonos por varias horas al día. A largo plazo, este daño podría provocar una condición llamada hipoacusia, que es una disminución en la capacidad de oír ciertos sonidos o frecuencias.
El uso de audífonos no se recomienda para niños menores de 3 años. Para los más pequeños, su sistema auditivo está en desarrollo y es especialmente vulnerable a los daños del ruido excesivo. Incluso en adolescentes y adultos jóvenes, el uso de audífonos a un volumen alto puede ser riesgoso.
El límite recomendado es que los adolescentes y adultos tengan cuidado con el volumen, evitando niveles superiores al 60% de la capacidad máxima del dispositivo. A medida que las personas envejecen, la sensibilidad a los ruidos fuertes puede aumentar, por lo que el cuidado de la audición debe ser una prioridad desde temprana edad.
Afortunadamente, es posible cuidar de nuestra salud auditiva sin dejar de disfrutar de la música o las llamadas a través de los audífonos. Aquí te dejamos algunos consejos clave:
Regula el volumen: Es recomendable no exceder el 60% del volumen máximo de los audífonos. Escuchar música a un volumen moderado reduce significativamente el riesgo de daño auditivo.
Toma descansos: Después de usar audífonos durante 60 minutos, tómate al menos 10 minutos de descanso. Esto permitirá que tus oídos se recuperen de la exposición prolongada al sonido.
Usa audífonos con cancelación de ruido: Estos audífonos permiten escuchar a un volumen más bajo, ya que bloquean el ruido externo y te ayudan a evitar subir el volumen en entornos ruidosos.
Elige audífonos de calidad: Opta por audífonos que se ajusten bien y no requieran un volumen elevado para escuchar claramente. Los audífonos de buena calidad también son más cómodos y menos invasivos para la salud auditiva.
Evita el uso prolongado: Trata de no usar los audífonos por más de una o dos horas continuas. Si tienes que usarlos durante largos periodos, alterna con otros métodos de comunicación, como altavoces, para darle descanso a tus oídos.
Además de tener cuidado con el uso de los audífonos, es importante realizar prácticas generales de higiene auditiva. Evita introducir objetos extraños en el oído, como cotonetes, ya que esto puede dañar el conducto auditivo o empujar la cera hacia el interior del oído. En lugar de eso, limpia suavemente el área externa con un paño húmedo.
Si sientes dolor o molestias en los oídos, es fundamental acudir a un especialista en salud auditiva. Los síntomas de pérdida auditiva, como la dificultad para entender conversaciones o escuchar ciertos sonidos, también deben ser motivo de consulta médica.
La audición es un sentido invaluable y, al igual que otros aspectos de nuestra salud, requiere atención y cuidado. Usar audífonos con precaución, evitar ruidos altos y mantener una buena higiene auditiva son prácticas esenciales para preservar tu salud auditiva a largo plazo.
Recuerda: proteger tus oídos hoy garantizará que sigas disfrutando de tus actividades cotidianas, como la música, las conversaciones y otros sonidos del entorno, con plena capacidad en el futuro.
Fuente de Información:
Por Janet Hernández Cruz
Vivimos en un mundo donde la información está al alcance de nuestras manos, disponible a solo un clic de distancia. Las redes sociales se han convertido en la principal fuente de noticias y comunicación para millones de personas, conectando individuos y comunidades de todo el mundo de manera instantánea. Sin embargo, este poder de conexión y transmisión de conocimiento también ha dado lugar a uno de los mayores retos de nuestra era: la desinformación. La propagación de noticias falsas, distorsionadas o manipuladas está socavando la confianza pública, alterando elecciones y afectando nuestras decisiones cotidianas, desde la salud hasta nuestras creencias fundamentales sobre la realidad. Es imperativo que reflexionemos sobre cómo estamos manejando este fenómeno y qué medidas debemos tomar para proteger la verdad.
Las redes sociales, en su esencia, ofrecen oportunidades sin precedentes para el intercambio de ideas y el acceso libre a la información. Sin embargo, no podemos ignorar que estas plataformas también sirven como el caldo de cultivo perfecto para la desinformación. La velocidad con la que la información viaja, junto con los algoritmos que promueven contenidos sensacionalistas, facilita la propagación de falsedades. Un titular impactante o una imagen dramática pueden ser compartidos millones de veces sin que se haya realizado una mínima verificación de los hechos. Este fenómeno no solo alimenta la polarización social, sino que puede alterar la percepción pública sobre hechos cruciales, desde políticas gubernamentales hasta la salud pública.
Este no es un problema aislado. En elecciones recientes, por ejemplo, la propagación de teorías conspirativas y rumores infundados acerca de fraudes electorales ha sembrado la duda y la desconfianza en la democracia misma. En la pandemia de COVID-19, los tratamientos milagrosos y las teorías de conspiración sobre las vacunas han tenido consecuencias fatales, desde la desinformación que lleva a la compra de productos no comprobados hasta el rechazo a medidas sanitarias fundamentales. La desinformación no solo es un problema de quienes la consumen, sino también de quienes la generan, muchas veces con intenciones claramente manipuladoras.
Las grandes plataformas de redes sociales, como Facebook, Twitter y YouTube, tienen una enorme responsabilidad. Aunque han tomado medidas para enfrentar la desinformación, incluyendo la eliminación de contenidos falsos y la promoción de contenido verificado, estas acciones a menudo llegan demasiado tarde o son inadecuadas. La cuestión no radica solo en eliminar las publicaciones falsas, sino en prevenir que se difundan en primer lugar. Los algoritmos que priorizan el contenido sensacionalista, basado en la emoción y la polarización, deben ser revisados y ajustados para evitar que se difundan historias que distorsionan la realidad.
Además, la falta de regulación efectiva por parte de los gobiernos contribuye a que estas plataformas sigan operando sin mayores consecuencias, lo que permite que se generen y difundan contenidos falsos sin frenos adecuados. Si bien algunas naciones están tomando medidas para exigir a las plataformas que asuman su responsabilidad en la lucha contra la desinformación, la regulación a nivel mundial aún es insuficiente. Es fundamental que los gobiernos, en colaboración con las empresas tecnológicas, establezcan marcos legales que protejan la integridad de la información sin poner en riesgo la libertad de expresión.
La lucha contra la desinformación no es únicamente tarea de las plataformas o los gobiernos. Como sociedad, debemos asumir nuestra parte de responsabilidad. Los usuarios de redes sociales deben ser educados en el uso crítico de la información. En un entorno donde las noticias falsas se mezclan con las reales, es crucial desarrollar habilidades de alfabetización mediática. Cada vez que compartimos una noticia o una publicación, debemos preguntarnos: ¿Es esta información verificada? ¿Viene de una fuente confiable? ¿Tiene otros medios reconocidos que la respalden?
La alfabetización mediática debe ser una prioridad en la educación moderna. Desde la infancia hasta la adultez, debemos enseñar a las personas a ser consumidores responsables de la información, a cuestionar lo que leen y a verificar los hechos antes de aceptar cualquier cosa como cierta. Plataformas como Snopes, FactCheck.org y PolitiFact son herramientas valiosas para realizar estas verificaciones, y los ciudadanos tienen la responsabilidad de utilizarlas antes de difundir información.
Ante la avalancha de información que recibimos todos los días a través de las redes sociales, es crucial saber cómo verificar la veracidad de una noticia antes de compartirla. Aquí te dejamos algunos pasos fundamentales para detectar si una noticia es falsa:
Revisa la fuente original
Siempre que veas una noticia, asegúrate de revisar la fuente de la información. Si el artículo proviene de una página o medio desconocido o sin credibilidad, debes sospechar. Verifica si el sitio tiene una reputación confiable, como lo harías con medios tradicionales establecidos. Además, verifica si la URL del sitio es legítima, ya que los sitios de noticias falsas a menudo imitan a los confiables.
Consulta múltiples fuentes confiables
Si una noticia parece increíble o impactante, compárala con otros medios reconocidos. Si otros medios confiables no la están cubriendo, probablemente se trate de un rumor o una falsedad. Las plataformas de verificación como Snopes, FactCheck.org, y PolitiFact son excelentes recursos para contrastar los hechos.
Investiga la fecha
Las noticias falsas a menudo utilizan hechos del pasado y los presentan como si ocurrieran recientemente. Antes de creer en un artículo, verifica la fecha de los eventos que menciona. Las historias antiguas descontextualizadas pueden generar confusión y crear pánico innecesario.
Verifica el autor y sus credenciales
Si el artículo no menciona al autor o si no tiene credenciales verificables, podría ser una señal de que la noticia no es confiable. Los artículos de fuentes legítimas siempre deben indicar la autoría y ofrecer contexto sobre la formación o experiencia de quien firma la noticia.
Desconfía de titulares sensacionalistas
Los titulares que apelan directamente a las emociones o que parecen demasiado impactantes deben ser considerados con cautela. Las noticias que generan miedo, odio o indignación inmediata son a menudo diseñadas para captar tu atención sin un análisis adecuado de los hechos. Lee siempre el artículo completo antes de formarte una opinión.
Verifica imágenes y videos
Las imágenes y videos pueden ser manipulados o sacados de contexto. Usa herramientas como Google Reverse Image Search para saber si una foto ha sido utilizada en otros contextos. Si es un video, busca su origen y consulta plataformas de verificación de contenido visual.
Consulta a expertos
Cuando se trata de temas técnicos o especializados, no dudes en consultar con expertos. Ya sea un médico, un científico o un analista, las voces especializadas pueden ayudar a aclarar si la información es precisa o incorrecta.
Si bien el reto es inmenso, no todo está perdido. Hay pasos que podemos dar para mitigar la propagación de noticias falsas y restaurar la confianza en la información en línea. Primero, la verificación de hechos debe convertirse en una práctica común. Antes de compartir algo, es fundamental hacer una búsqueda rápida para comprobar la veracidad de la noticia. Utilizar herramientas como la búsqueda inversa de imágenes de Google, verificar la autenticidad de los videos o consultar a verificadores de hechos confiables son pasos sencillos pero cruciales.
En segundo lugar, las plataformas sociales deben asumir su responsabilidad de manera más proactiva. Deben revisar y ajustar sus algoritmos para reducir la visibilidad de contenido sensacionalista y falso, y fomentar la transparencia en cuanto al origen de las publicaciones. La colaboración con verificadores de hechos independientes debería ser reforzada, y las sanciones para quienes difunden desinformación deliberada deben ser más estrictas.
Finalmente, los gobiernos deben crear un entorno regulatorio que no solo castigue la desinformación, sino que también fomente la educación crítica de los ciudadanos. Es necesario que existan leyes claras que responsabilicen a las plataformas por la desinformación que se difunde en sus espacios, sin comprometer la libertad de expresión.
La desinformación no es un fenómeno aislado ni transitorio. En la era digital, es un desafío constante que afecta nuestras democracias, nuestra salud y nuestra sociedad en su conjunto. No podemos permitir que la verdad se pierda entre las mentiras, ni que las redes sociales se conviertan en un espacio donde la desinformación sea la norma.
La lucha contra la desinformación es un esfuerzo conjunto que requiere el compromiso de plataformas, gobiernos y ciudadanos. Solo mediante la educación, la regulación efectiva y la responsabilidad colectiva podremos crear un entorno digital donde la verdad sea protegida y la desinformación sea combatida con eficacia. La integridad de la información es la base de una sociedad informada y consciente, y es hora de que tomemos acciones concretas para garantizar que esta integridad sea preservada.