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Asesinato de Carlos Manzo: el crimen que desnuda al Estado fallido en Michoacán

El asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Alberto Manzo Rodríguez, ocurrido la noche del 1 de noviembre durante la celebración del Festival de las Velas por el Día de Muertos, ha conmocionado a Michoacán y al país entero. El crimen, cometido en pleno acto público y frente a decenas de asistentes, exhibe con crudeza la crisis de seguridad e institucionalidad que atraviesa el Estado mexicano.

De acuerdo con la Fiscalía General del Estado de Michoacán, el alcalde fue atacado alrededor de las 20:10 horas en la plaza principal de Uruapan por un joven que le disparó siete veces con un arma calibre 9 milímetros. Manzo fue trasladado de urgencia al Hospital Fray Juan de San Miguel, donde murió minutos después. El agresor, identificado como Víctor Manuel Ubaldo Vidales, de 17 años y originario de Paracho, fue abatido en el lugar por elementos de seguridad. Las pruebas forenses confirmaron que el joven fue quien efectuó los disparos y que consumía metanfetaminas. El arma utilizada había sido empleada en otros homicidios recientes en la región, lo que refuerza la hipótesis de una operación criminal organizada.

Las investigaciones señalan que el crimen estaría vinculado al Cártel Jalisco Nueva Generación, en represalia por las acciones emprendidas por el propio alcalde contra miembros de ese grupo. Al menos dos cómplices permanecen bajo investigación. El secretario de Seguridad federal, Omar García Harfuch, reconoció que “lo mataron aprovechando un evento público” y admitió que el dispositivo de seguridad que lo resguardaba “fue rebasado” por los agresores.

Meses antes de su muerte, Carlos Manzo había denunciado públicamente las amenazas en su contra y la falta de apoyo del gobierno estatal y federal. En entrevistas y publicaciones en redes sociales advirtió sobre la expansión del crimen organizado en Uruapan y la necesidad de intervención federal. Pese a contar con protección de 14 elementos de la Guardia Nacional y policías municipales, fue asesinado a plena vista del público, en el corazón de la ciudad que gobernaba.

El asesinato de Manzo es el séptimo de un alcalde en funciones en Michoacán en los últimos tres años. La entidad continúa siendo escenario de disputa entre el CJNG, La Familia Michoacana y remanentes de Los Caballeros Templarios. Tras el crimen, cientos de ciudadanos marcharon en silencio por las calles de Uruapan, vestidos de negro y portando velas, exigiendo justicia y denunciando el abandono del Estado. Las consignas “Ni un alcalde más” y “Michoacán sin gobierno” se repitieron a lo largo de la movilización.

La ejecución de un alcalde en funciones, protegido por fuerzas federales y asesinado en un evento oficial, representa un golpe directo al corazón de la gobernabilidad. Expertos en seguridad advierten que el crimen evidencia la penetración del narcotráfico en las instituciones públicas, la insuficiencia de los mecanismos de protección y la normalización de la violencia política. Rodrigo Escalante, analista del Centro de Estudios de Seguridad Pública, sostuvo que “cuando un alcalde es asesinado en su propio municipio, frente a su gente y bajo custodia federal, el Estado ha dejado de ser funcional”.

Tras el asesinato, el cabildo municipal nombró a Grecia Quiroz, esposa del alcalde fallecido, como presidenta municipal interina. En su primer discurso, pidió justicia y prometió continuar el trabajo iniciado por su esposo. “Carlos fue asesinado por defender a su pueblo. No podemos permitir que la impunidad se convierta en ley en Michoacán”, declaró frente a cientos de ciudadanos congregados en el ayuntamiento.

El crimen de Carlos Manzo no es un hecho aislado, sino un síntoma profundo de un Estado que ha perdido el control de sus territorios. La impunidad, la corrupción y la captura institucional por parte del crimen organizado configuran el escenario de un Estado fallido en amplias regiones del país. Cuando el crimen puede asesinar a un alcalde bajo resguardo federal y hacerlo en plena plaza pública, el mensaje es inequívoco: la autoridad legítima ha sido desplazada por el poder criminal.

 

Carlos Manzo murió cumpliendo con su deber, pero su muerte expone el colapso del aparato estatal. En Michoacán, como en buena parte de México, la línea entre autoridad y víctima se ha desdibujado. El asesinato del alcalde uruapense es un recordatorio brutal de que, mientras la impunidad siga siendo la norma, el Estado seguirá ausente, la democracia seguirá en riesgo y la violencia continuará marcando el rumbo de la vida pública nacional.

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ASI SE VE UN MEXICO ENCABRONADO

La noche de este lunes, cientos de personas en Apatzingán, Michoacán, salieron a las calles a protestar por el asesinato de Carlos Manzo y el líder limonero Bernardo Bravo. 

Los manifestantes vandalizaron y quemaron el palacio municipal

Las protestas se intensificaron y el cansancio de la gente se hizo sentir.

Un fuego que refleja la frustración de un pueblo que ya no puede más.

Así mismo, exigen la renuncia del gobernador Alfredo Ramírez Bedolla.

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El maíz: la cadena que amarga al campo y al consumidor

El grano que alimenta a México está en crisis

En el corazón agrícola del país, los productores de maíz —base de la tortilla, alimento esencial del mexicano— enfrentan una tormenta de bajos precios, altos costos y abandono institucional.
El maíz, que alguna vez fue símbolo de identidad y autosuficiencia, hoy refleja una cadena económica desequilibrada donde el productor pierde, el intermediario gana y el consumidor paga.

Agricultores al límite

Miles de agricultores han salido a las carreteras exigiendo un precio de 7 200 pesos por tonelada, frente a los 6 050 pesos ofrecidos por el gobierno federal en estados del Bajío.
Los costos de producción —combustible, fertilizantes, agua, maquinaria— rondan entre 4 800 y 5 500 pesos por tonelada, dejando márgenes mínimos o incluso pérdidas.

“Si quitamos la presión, perdemos otra vez”, expresó un productor durante los bloqueos de carreteras. Esa frase resume el hartazgo de un campo que siembra esperanza y cosecha deudas.

Coyotaje: el poder invisible del mercado

Los intermediarios, conocidos popularmente como coyotes, siguen siendo los grandes ganadores.
Compran el grano barato al momento de la cosecha —cuando los agricultores necesitan vender rápido por falta de almacenamiento o liquidez— y lo revenden después a precios mayores.

Según estimaciones de organismos agropecuarios, el productor apenas recibe 25 a 35 % del precio final, mientras los intermediarios y acopiadores capturan hasta 50 % del valor total.
El resultado: una cadena que castiga al que siembra y premia al que especula.

Las grandes industrias y el precio que nunca baja

Los molinos y harineras también ejercen un peso determinante. Cuando el precio del maíz sube, trasladan el aumento al consumidor; cuando baja, los precios rara vez disminuyen.
Así, el kilo de tortilla casi nunca refleja los vaivenes del mercado agrícola: sube con facilidad, baja con dificultad.
Mientras tanto, la rentabilidad industrial se mantiene estable y la desigualdad en la cadena se profundiza.

El consumidor: el último en la fila

El consumidor mexicano, que gasta buena parte de su ingreso en alimentos básicos, termina pagando los efectos de un sistema injusto.
Cuando el maíz sube, el precio de la tortilla se ajusta de inmediato; cuando el maíz baja, el ahorro se queda en los eslabones intermedios.
A largo plazo, si los productores abandonan el cultivo, el país dependerá más de importaciones, y los precios al consumidor seguirán escalando.

El problema del maíz ya no es solo agrícola: es un tema de soberanía alimentaria y justicia económica.

Carlos Manzo: la otra cara del abandono

En medio de esta tensión nacional, Michoacán volvió a estremecerse.
El alcalde de Uruapan, Carlos Manzo Rodríguez, fue asesinado el 1 de noviembre de 2025 durante la celebración del Festival de las Velas.
Había pedido ayuda reiteradamente al gobierno estatal y federal ante las amenazas del crimen organizado y la violencia en su municipio.
Manzo no fue asesinado por el maíz ni por una disputa agraria: fue silenciado por alzar la voz, por intentar que Uruapan tuviera paz, inversión y esperanza.

Su muerte simboliza la vulnerabilidad de los liderazgos locales y la falta de protección a quienes buscan cambiar las cosas desde el territorio.

Lo que México necesita

  • Precio justo al productor. Sin rentabilidad, no hay siembra ni abasto nacional.

  • Romper el poder de los intermediarios. Fomentar cooperativas y acopio directo para que el valor del grano quede en el campo.

  • Inversión en infraestructura rural. Silos, créditos y transporte son esenciales para dar poder de negociación al agricultor.

  • Seguridad en el campo. Sin seguridad no hay producción, y sin producción no hay país.

  • Control y transparencia en precios al consumidor. La tortilla debe seguir siendo un alimento accesible y digno.

Conclusión

El maíz es más que un cultivo: es historia, cultura y sustento.
Pero cuando el productor no puede vivir de su trabajo, los intermediarios concentran el poder y el consumidor paga la cuenta, México pierde su equilibrio social.
El país necesita mirar al campo no como un rezago, sino como una inversión en su propio futuro.

La justicia para los agricultores y la seguridad para los municipios como Uruapan son dos caras de la misma moneda: la de un México que no debe resignarse a que el hambre, la violencia y la indiferencia sean parte del paisaje rural.

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