DEL HELICOPTERO AL GLACIAR
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JUNEAU, ALASKA, ESTADOS UNIDOS. Desembarcamos en esta ciudad capital que tiene dos características disímbolas, hasta donde nosotros sabemos, sin que ello implique que se puedan conjugar: es costera por naturaleza y minera por tradición.
La historia explica que el desarrollo de la comunidad marina tuvo su auge en la década de los 80 del siglo pasado por la llamada “fiebre del oro” y desde luego por su vocación marítima, ahora vive prácticamente del turismo, sólo en nuestra estancia habían atracado tres cruceros.
En las principales calles del centro, sólo existen comercios y más comercios, el oro ahora se vende en estas tiendas, obvio engarzado en piedras preciosas o trabajado con esmero, es de aclararse que todas estas deseadas joyas son importación, nada se trabaja aquí, no existe tradición artesanal.
A cambio de ello, el regalo de la naturaleza nos es obsequiado a raudales, a tal grado que se nos anuncia que habrá libre tránsito por todas las cubiertas del barco mientras recorremos lentamente el Tracy Arm donde nos deslumbramos con partes del bosque nacional de Tongass y los fordos asombrosos del que toma su nombre como el Tracy y el Endicott Arms.
Son un par de pasillos escarpados, estrechos y profundos amurallados, créanlo amigos lectores y radioescuchas, por el hielo y las rocas, mientras el camino es cortado por trozos de hielo de diferentes tamaños y con las más caprichosas figuras.
Para terminar el día la gran aventura, abordar un helicóptero pequeño para un tripulante -el piloto-, y seis pasajeros. Salen en caravana en número de ocho aparatos para enfilar hacia las montañas y los glaciares imponentes para desembarcar en el majestuoso Glaciar Mendehall.
Ya a bordo con la familia, al momento de iniciar el vuelo el capitán descubre una falla mecánica en la aeronave, llama a la experta, así es, una joven mujer, dialoga con el piloto y de inmediato toma la decisión más acertada, todos bajamos y caminamos hasta el helipuerto contiguo, según se quiera posterior o principal.
Ahí a abordar, según se nos dice, a uno de los aparatos más modernos de la flotilla de la empresa. Nadie dio muestras de nerviosismo, sin embargo, el piloto, prudente, con toda calma encendió el aparato, revisó todos los controles e inició el recorrido. Unos 30 minutos después aterrizamos sobe el glaciar y desembarcamos sobre ese hielo azul turquesa que nos maravilló.
Nuestros compañeros de viaje ya nos esperaban. El equipo de apoyo, según nos indicaron cambia por horas, se aloja en una pequeña casa de campaña. En el Glaciar está enclavada la asta de una bandera del Estado de Alaska.
Ahora a caminar, previamente nos habían proporcionado unas botas protectoras del calzado. Baste decirles que observamos las grietas, pequeñas o enormes que se producen en cientos de años y probamos el agua, exquisita y según nos dijeron, absolutamente salubre por la naturaleza. Lástima que no pueda competir con los tramposos que nos venden agua embotellada seudo purificada. Así fue la aventura del Helicóptero al Glaciar.
(Periodista y escritor; presidente del Colegio Nacional de Licenciados en Periodismo, CONALIPE; Secretario de Desarrollo Social de la Federación Latinoamericana de Periodistas, FELAP; presidente fundador y vitalicio honorario de la Federaciónde Asociaciones de Periodistas Mexicanos, FAPERMEX, miembro del Consejo Consultivo permanente del Club Primera Plana y Académico de Número de la Academia Nacional de Historia y Geografía, ANHG. Agradeceré sus comentarios y críticas en Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo., Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.)