Ni periodista ni activista
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A reserva de recibir toneladas de insultos, es menester diferenciar entre el periodista y el
embaucador; el activista y el oportunista. Tanto el periodista como el activista cumplen un proceso de preparación. Cada uno en su ambiente, aunque en algunos casos hay quienes conjugan las dos cuestiones, lo cual no es malo si se siguen rigurosas reglas éticas.
El periodismo es una profesión que se aprende en el campo de batalla. El activismo surge de la necesidad de representar y, en todo caso, encabezar causas justas de la sociedad. En los dos temas deben, por antonomasia, prevalecer criterios de responsabilidad, moralidad y respeto pleno al derecho de terceros.
En los últimos tiempos han surgido personajes patéticos que han retorcido la lucha social sin un fin aparente y, por supuesto, nada claro. El postulado que persiguen se distancia, por mucho, de los objetivos sociales y de la exigencia contundente contra un gobierno corrupto e inepto.
Las imágenes con excesos y abusos cuya finalidad es profundizar las diferencias entre mexicanos, son cada vez más recurrentes y lo más preocupante, es que son recepcionadas con cierto jolgorio por una sociedad que ve en esas acciones, cumplido el reclamo, aunque de sobra sepa que no es la vía ni la forma para contribuir al mejoramiento del país.
Muchos de éstos personajes se protegen ya bajo el manto del “activismo social” o ya en el periodismo, lo cual constituye un insulto a la inteligencia de la sociedad misma y un retroceso en la lucha social comprometida con objetivos comunes y causas nobles.
Si hacemos un retrato autocrítico del periodismo —que es lo que me corresponde— debemos admitir que en efecto, estamos inmersos en una profunda crisis de credibilidad y confianza, derivada en la mayoría de los casos por la mala praxis de la profesión de algunos —no todos, que quede perfectamente claro— que han tergiversado su función.
Frecuentemente escuchamos reclamos en torno al proceder del periodista y admito que todo tiene su dosis de razón. En las manifestaciones sociales se ha vuelto común el agresivo grito de “prensa vendida” o “periodista chayotero”. Lo que no saben es que el periodista, el reportero, el columnista, el analista, el fotógrafo, el editorialista, el articulista, el camarógrafo, el conductor de noticias, etc., etc., tienen un jefe que decide qué nota sí publicar y cual no.
Y el jefe depende de las directrices del dueño del medio para el cual se trabaja. Éste último, evidentemente, tiene sus propios intereses y actúa conforme a las necesidades de su negocio. Ello ha generado desconfianza. Definitivamente.
De ahí, el periodismo, sigue siendo una herramienta insustituible para la denuncia pública, la opinión certera y la información confiable. Por ello, resulta necesario deslindarse de quienes hacen mal uso del periodismo para chantajear, amenazar, insultar, agredir.
Las imágenes que se hicieron virales (no por su importancia sino por el excesivo uso de lenguaje soez y el fracasado robo de un servicio) son por sí mismas, repudiables y deben ser separadas del periodismo profesional.
A raíz de ese penoso incidente, muchos me han preguntado si el protagonista debe ser considerado “periodista” y les he respondido que no. De entrada, el buen periodista debe ser educado, respetuoso, culto. No niego que muchos somos léperos en el hablar, pero de eso a tratar a otro ciudadano en tono altanero, grosero, amenazante y discriminatorio, hay mucha distancia.
El ser activista o periodista no otorga patente de corso a nadie para, en nombre de la lucha social, arrebatar los derechos de terceros y menos licencia para tomar un servicio y negarse a pagar bajo argumentos jurídicamente insostenibles. No conozco a un solo activista social y político que insulte y agreda a otros, por el hecho de no estar de acuerdo con sus métodos.
Vi, por mera necesidad de reportero, los dos videos relacionados con el caso de un gasolinero en Comitán; no hay adjetivos para calificar el lenguaje, la actitud, la prepotencia y el abuso del presunto periodista o supuesto activista. Estoy seguro que los verdaderos activistas también reprochan esas acciones que lejos de ayudar en las legítimas luchas ciudadanas, perjudican, puesto que el resto de la sociedad tiende a tachar a todos por igual.
Afortunadamente, hay muchos hombres y mujeres que apegan sus actos a normas socialmente aceptables. No por uno, deben (debemos) pagar todos. Ese tipo de felonías, no deben acreditarse a los comitecos, cuya amalgama cultural, es grande y muy respetable.
Condeno y repruebo la mala utilización del “periodismo” para cometer atropellos injustificados y delitos descarados. El periodismo y el activismo, no son herramientas para el chantaje ni la amenaza. Que quede claro.